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Volver a 1995

JUSTA MEDIANÍA

DAVID E. LEÓN ROMERO
Por:
  • David E. León Romero

El año de 1995 fue especialmente intenso para México en materia de emergencias y desastres. Los huracanes Opal y Roxana golpearon sin piedad el Sur de nuestro país. Hasta ese momento, nuestro Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc) había atendido las emergencias y los desastres, realizando reasignaciones inmediatas de recursos otorgados previamente a dependencias y programas rutinarios no necesariamente relacionados con las contingencias.

El diagnóstico era contundente: 1. Falta de reglas e instrumentos financieros exclusivos para atender emergencias y desastres. 2. Contingencias atendidas de forma deficiente por falta de certeza procedimental y presupuestal. 3. Dependencias que sufrían para dar continuidad a sus programas a causa de la súbita reasignación presupuestal por la aparición de la emergencia. Estos factores, enmarcados por: 1. Dos fenómenos naturales y sus cuantiosos daños. 2. La experiencia del Sinaproc creado aproximadamente 10 años antes. 3. La profunda crisis económica de aquellos días. Obligados por estos elementos, un grupo de mujeres y hombres diseñan un instrumento de planeación financiera llamado Fonden. El Fonden es un conjunto de reglas, procedimientos, responsables y recursos, encargados de atender las emergencias y los desastres que suceden en el territorio, provocados principalmente por lluvias y ciclones tropicales, sismos e incendios forestales. Además, el Sinaproc cuenta con el Fopreden, un instrumento dedicado a la ejecución de proyectos en materia de prevención. El Fonden, el Fopreden y otros elementos del Sinaproc han provocado admiración y reconocimiento por parte de diversas naciones e instituciones de carácter global, lo que posiciona a México como un ejemplo en materia de Gestión Integral de Riesgos. En días recientes, entre algunos legisladores de nuestro país -para los que guardo profundo respeto-, en estricto uso de sus facultades, ha florecido la intención de modificar radicalmente ciertos instrumentos, entre los cuales se encuentran el Fonden y el Fopreden. Vivimos tiempos extraordinarios de modificaciones profundas. Sin embargo, debemos ser cuidadosos. Los cambios no siempre son buenos. Al pasar el machete por el acahual, corremos el riesgo de cortar además de la maleza, el delgado tronco de la ceiba a la que mucho esfuerzo le ha costado crecer. Las instituciones y sus instrumentos no se construyen de la noche a la mañana. Los cambios que propongamos en ellas y ellos, deberán constituirse en un contexto de seriedad y profundidad directamente proporcional al nivel de importancia que el instrumento en cuestión representa. Cualquier cambio arrebatado podría poner en riesgo el trabajo de millones de personas que han sacrificado su tiempo, experiencia, conocimiento y talento a la construcción de un sistema encargado del cuidado de las familias mexicanas. Bienvenidos los cambios, siempre y cuando, contemplen una etapa de discusión, análisis y construcción de ideas que nos permitan mejorar. Debemos apostar por avanzar, por alejarnos de la reacción y acercarnos a la prevención. Celebro la consideración que han tenido los legisladores de nuestro país para abrir un espacio de análisis, reflexión y diálogo, que estoy seguro, dará como resultado mejores instrumentos y, por ende, una mejor gestión del riesgo. Queremos mejorar, no volver a 1995.