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Esclavitud moderna

DESDE LAS CLOACAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

A unque los políticos insistan en que no, sí estamos viviendo tiempos de campaña y el dinero para contratar personal que nutra a los equipos de comunicación de diferentes personajes para posicionarlos con miras a la sucesión presidencial, está corriendo a raudales. 

Pero mire lo que son las cosas, mientras se pagan millonadas para que caminen a la perfección los medios digitales y las redes sociales de todos los aspirantes apuntados en la carrera para el 2024, al llamado “pueblo bueno” lo tienen pasando las de Caín.

Déjeme le platico un caso. Fernando es un joven egresado de la UNAM, que el 31 de diciembre del año pasado supo de la convocatoria para entrar a trabajar a la Comisión de Recursos Naturales.

En febrero, luego de hacer un examen de conocimientos, fue aceptado y le pidieron algunos documentos para poder integrarse a la Comisión, pero su proceso de contratación fue muy peculiar, le cuento por qué.

¿Bajo qué régimen laboral? No, no existe el régimen laboral. Fernando entró como “beneficiario” de un programa social. Es decir, no existe vínculo laboral con la institución. Desde ahí vamos mal. ¿Por qué permite esto la Secretaría del Trabajo y Previsión Social? ¿Sabe su titular de éste tipo de irregularidades en las contrataciones? ¿Ya lo revisó la dependencia?

El joven, con una licenciatura terminada, entró a trabajar a un equipo de 80 personas, con un sueldo de 14 mil pesos mensuales, dinero que se le depositaba por medio de una tarjeta del Bienestar.

Sin embargo, no había certeza de que ese dinero —que se ganaba con su esfuerzo— le fuera depositado puntualmente, porque, como todo recurso que va a través de un programa social, a veces se retrasaba uno o dos meses ¿Casual, no?

El licenciado en Planificación para el Desarrollo Agropecuario, trabajaba de 8 de la mañana a 9 de la noche de lunes a viernes, aunque si era época electoral o estaba programada la visita de algún funcionario público o algún político importante a la zona de Xochimilco —donde él operaba—, esos días laborales se extendían también a fines de semana.

Y usted dirá: “Bueno, le pagaban los días y las horas extra”. ¡Jajaja de la risa! Pues no. Todo era por el mismo sueldo, ó mejor dicho, por el mismo “apoyo económico”.

Ahora que ya estamos en plena carrera electoral, Fernando ha quedado fuera de ese “programa social”. Le explicaron que ahora esos recursos deberán usarse para apuntalar las candidaturas de los aspirantes presidenciales del partido en el Gobierno.

Él no fue el único a quien cortaron de este trabajo, me cuenta que al menos 40 personas más —de su mismo equipo— corrieron con la misma suerte. Ahora, ese dinero servirá para imprimir lonas, volantes, pintar bardas, mandar hacer promocionales, etcétera. Claro, el trabajo de Fernando y de sus demás compañeros despedidos, fue transferido a los que sí se quedaron dentro del equipo y ¿qué cree? Todo por el mismo sueldo.

Y regreso a lo que les contaba en un inicio. ¿Por qué pagar millones para poner en el radar —a través de los medios digitales— a los actores políticos? ¿Por qué quererlos posicionar sacrificando recursos que bien podrían destinarse para generar nuevos empleos? La respuesta es simple: caerle bien a los futuros votantes, ganarse desde ahora al electorado.

Lo triste es que en varias instituciones de Gobierno se comienza a perpetuar una especie de “esclavitud moderna” que mantiene en incertidumbre a sus empleados. Lo trágico es que sus pagos los hagan pasar cómo apoyos de programas sociales y por lo mismo no les den ninguna garantía laboral. Así la realidad de los llamados “jóvenes construyendo el futuro”.

Basta por hoy, pero el próximo lunes… regresaréeeeeeeee!