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Gabriel Morales Sod

Despierta el campo liberal en Israel durante la más profunda oscuridad

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

A pesar de haber escrito decenas de columnas prediciendo el fin de la democracia en Israel, en estas semanas me he dado cuenta que en realidad nunca estaba enteramente convencido de que es lo que pasaría.

Parecía insólito pensar que un grupo de políticos corruptos y mesiánicos pudiera, de un día al otro, destruir las bases del Estado democrático. El paquete de leyes que el gobierno pretende promulgar, que establecerían el domino absoluto del gobierno sobre el sistema judicial, la suprema corte y la elección de jueces, es prácticamente una sentencia de muerte a la protección de los derechos humanos en Israel. Cada grupo en el poder tiene un interés distinto: la ultra derecha busca establecer de facto, y sin los límites que impone la ley, un estado colonial de tipo apartheid en Cisjordania. Los ultra ortodoxos avanzar una agenda religiosa que pisotea los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT; y Netanyahu está dispuesto a escribir su nombre en la historia como el líder que acabó con la democracia israelí con tal de librarse de su juicio por corrupción.

Decir que la supuesta reforma judicial terminará con la protección de los derechos humanos suena como a una consigna académica. La realidad es mucho más oscura. Sin la protección de las cortes, jueces y procuradores, todos en manos del gobierno, la coalición podría, sin ningún problema, avanzar una serie de leyes que, a tan sólo unas semanas de iniciado el gobierno, ya se encuentran como propuestas en el parlamento: pena de cárcel de seis años a mujeres que violen las leyes de modestia en el muro de los lamentos; permitir la discriminación de personas LGBT y mujeres con base en creencias religiosas; transferir el control militar de Cisjordania y de millones de palestinos del ejército a Bezalel Smotrich, líder de los colonos.

Los grupos de extrema derecha llevan años planeando y sembrando su plan, financiando centros de investigación, expandiendo y fundando nuevos asentamientos, tratando de controlar a los medios de comunicación. Todos estos años, mientras estos grupos planeaban este momento, el campo liberal, temeroso de que lo acusaran de ser de izquierda, avergonzado por los ataques constantes desde el gobierno a la identidad liberal, trató de disfrazarse de derecha. Creer en la igualdad, en la democracia, en los derechos humanos se convirtieron en el país en una vergüenza, un tabú. A pesar de que el medio del espectáculo está en contra de la reforma, son contados los artistas que han salido públicamente a expresar sus ideas. El campo liberal se encargó de atacar a Netanyahu, olvidándose de enorgullecerse de sus valores y luchar por ellos.

El martes de esta semana, alrededor de 300,000 israelíes protestaron a las afueras del parlamento en Jerusalén, en contra de la reforma. Mientras viajaba desde Tel Aviv a la capital, algo me llamó la atención. Hace dos meses, cuando veía banderas israelíes en las calles, de inmediato pensaba que se trataba de activistas de derecha. De pronto, volteé, y vi miles y miles de autos con banderas en camino hacia Jerusalén. Mujeres y hombres que, de nuevo, están orgullosos de sus valores, luchando por proteger la democracia sin vergüenza ni temor, millones de personas que lucharán con todo para detener el abismo en el que el país está a punto de caer.