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Gabriel Morales Sod

Nueva ola de violencia en los territorios palestinos

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Ésta fue una semana trágica en los territorios palestinos. El martes, cuatro civiles israelíes murieron en un ataque terrorista en el asentamiento judío de Eli, en Cisjordania. El ataque, parece ser, fue un acto de venganza por las operaciones del ejército israelí en el área de Yenín, que dejaron seis muertos y decenas de heridos la última semana; y en respuesta al ataque terrorista, grupos armados de colonos israelíes incendiaron casas, cultivos y coches en el pueblo palestino de Turmus Ayya. De nuevo otro anillo de la espiral de violencia sin principio ni fin.

La violencia entre israelíes y palestinos, después del fracaso de los procesos de paz en la década de 1990, es prácticamente un fenómeno cotidiano. Hasta que las partes no lleguen a un acuerdo de paz, esta espiral viciosa continuará. Sin embargo, los niveles de violencia han cambiado con el paso de los años, conforme a la situación política tanto de Israel como de Palestina. Después de que el último intento, en 2013, por llegar a un acuerdo de paz fracasara, creció en Palestina una nueva generación de jóvenes que no recuerdan los años en los que la paz era un escenario posible.

La falta de un horizonte claro, aunado a la precarización de la condición de vida de los palestinos en Cisjordania —como resultado de la corrupción de la Autoridad Palestina y de la falta de una política israelí para mejorar las condiciones de vida en los territorios—, ha llevado a la aparición de nuevos grupos terroristas y a la islamización de miles de jóvenes palestinos. Si bien en la década de 1990 la lucha palestina era principalmente una lucha nacional, hoy en día los motivos religiosos han tomado un lugar central; el islam militante y la religión, ante la ausencia de un proceso de paz, se han convertido en la única esperanza de la juventud palestina.

El terrible estado de violencia es un legado de los últimos diez años de Netanyahu en el poder. Después de que las negociaciones que liderara la entonces secretaria de justicia, Tzipi Livni, fracasaran, Netanyahu decidió dar un giro a la derecha, promoviendo e incrementando la construcción de asentamientos de colonos, y debilitando la relación de Israel con la Autoridad Palestina, el partido que controla el poder en Cisjordania. Ante el vacío de poder, grupos como Hamas y Yihad Islámica se han fortalecido en el territorio palestino y nuevos grupos terroristas han aparecido.

Durante el anterior gobierno israelí, que duró tan sólo año y medio, Netanyahu, desde la oposición, criticó fuertemente al entonces primer ministro Bennett por una sangrienta ola de ataques terroristas en Israel y Cisjordania; y con la promesa de poner orden, regresó al poder. Sin embargo, en lo que va del año, los muertos por terrorismo se han incrementado en casi 30 por ciento. Aún peor, en respuesta a los atentados, el ministro de Seguridad Interior, Itamar Ben Gvir, un colono de extrema derecha, está presionando al gobierno para ejecutar una operación militar en el norte de Cisjordania; además, el gobierno anunció la construcción de 1,000 unidades de vivienda en el asentamiento donde ocurrió el ataque terrorista esta semana. Ben Gvir y el primer ministro saben que más asentamientos y más violencia no detendrán el aumento del terrorismo palestino. Para el ministro de Seguridad Interior esto parece ser menos relevante que el avance de su proyecto colonial; y para Netanyahu ésta es la forma de complacer a su base ultraderechista, sin importar cuáles puedan ser los resultados.