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Gabriel Morales Sod

El nuevo eje Rusia-Irán

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La guerra en Ucrania, con el paso de los meses, se ha convertido en un conflicto mundial al estilo de la Guerra Fría; a pesar de que ucranianos y rusos se enfrentan en el campo de batalla, la guerra se ha vuelto una competencia armamentística y logística entre dos coaliciones internacionales cuyas fuerzas industriales terminarán definiendo el desenlace de la guerra.

Esta semana, Irán se ha incorporado directamente en la guerra, convirtiéndose en proveedor de armas de Rusia. El hecho de que Rusia, el segundo exportador de armas del mundo, se ha convertido en importador de armas de Irán es muestra de la crisis que atraviesa a la industria armamentista y al ejército rusos.

Según reportes del Washington Post, Irán no sólo ha provisto a Rusia con drones —que este país utilizó para bombardear Kiev esta semana, destruyendo infraestructura civil y matando a cuatro personas— sino que en los próximos días enviará a las fuerzas rusas dos tipos de misiles tierra-tierra con gran capacidad destructiva, y recientemente envió a expertos a la isla ocupada de Crimea para entrenar directamente a las fuerzas rusas en el uso de sus drones.

A pesar de que el apoyo a Rusia, aliado de Irán en el conflicto sirio e importante socio económico de Teherán, parece natural, la decisión de involucrarse directamente en el conflicto ucraniano parece una apuesta riesgosa para el régimen del Ayatola. Irán se encuentra en uno de sus momentos más críticos. Las sanciones internacionales y el fracaso (hasta el momento) de las negociaciones para regresar al acuerdo nuclear han estrangulado a la economía iraní. En respuesta a la crisis económica, la parálisis política y un régimen cada vez más opresivo, cientos de miles de iraníes, de todas clases y grupos religiosos, amenazan con acabar con el régimen desde las calles. El régimen iraní necesita desesperadamente de aliados, al igual que Putin, y la venta de armamento podría contribuir a las pobres finanzas del Estado; sin embargo, la decisión de involucrarse en la guerra es sumamente arriesgada. En primer lugar, reduce significativamente la probabilidad de firmar un nuevo acuerdo entre Occidente e Irán, y aumenta las posibilidades de un ataque armado desde Israel o incluso Estados Unidos para poner un alto al programa nuclear iraní. En segundo lugar, como bien aprendió Putin en los últimos meses, nadie puede prever lo que sucederá una vez comenzada la guerra ¿qué pasará, por ejemplo, si Ucrania ataca a las fuerzas de entrenamiento iraníes en Crimea o si Occidente decide que las pruebas armamentísticas de Irán en Ucrania son un riesgo para su seguridad?