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Gabriel Morales Sod

El nuevo enemigo de la democracia

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
 *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Lo que sucede está claro, la democracia está en peligro. Sin embargo, hasta hace poco tiempo, analistas, académicos y políticos habían sido incapaces de nombrar a su enemigo. Para entender cuál es la actual amenaza a los regímenes democráticos es necesario recordar la batalla entre tres tipos de organización política que compitieron el uno con el otro en el siglo XX: la democracia liberal, el comunismo y el fascismo.

Después de la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial, el fascismo quedó prácticamente aniquilado —incluso en España, el sistema se convirtió más bien en un autoritarismo—. Es así como dos modelos, la democracia liberal y el comunismo, se quedaron en una lucha que culminaría con la implosión del modelo comunista y la caída de la Unión Soviética. En las décadas de 1990 y del 2000, tal vez con excepción del modelo chino, se creía que la democracia había llegado para quedarse y que sería sólo cuestión de tiempo para que el mundo se convirtiera en democrático. Muchos países en América, por ejemplo, se democratizaron.

Mientras los seguidores de la democracia liberal se dedicaron a luchas culturales y de derechos, dando por sentado que la democracia llegó para quedarse, en los países de Europa del Este surgió un nuevo adversario. En estos países, que estaban en el aura de influencia soviética, los ciudadanos esperaban que la democracia traería bonanza económica, el desarrollo; sin embargo, fue lento. Fue así como en Hungría y en Polonia líderes de corte autoritario llegaron al poder. Este nuevo movimiento, a diferencia del fascismo, no tomó el poder por la fuerza y subvirtió el sistema, sino que comenzó a jugar en el marco de las reglas de estas democracias para cambiarlas. La democracia no desapareció de un día a otro, sino que fue un proceso paulatino. Escudados en la ley, los líderes de estos países cambiaron las reglas del juego para extender sus mandatos; le quitaron poder, independencia y facultades a las cortes, hicieron reformas de comunicación que les permitieron controlar a los medios y suprimieron a organizaciones de la sociedad civil. Así, de esta manera, borrando el piso parejo, que es precondición de una democracia funcional, garantizaron su victoria una tras otra vez.

Éste es el mismo modelo que utilizó Erdogan en Turquía y la misma estrategia que el gobierno de Netanyahu ha lanzado para acabar con la democracia israelí. Esto es lo que sucederá si Trump vuelve al poder en Estados Unidos.

Los métodos de estos líderes no son los mismos que la derecha fascista utilizó en el siglo XX, éste es un nuevo modelo que se ha adaptado a las circunstancias. Pocos apoyarían un movimiento fascista, muchos apoyan a líderes que en nombre de la democracia y usando la ley cambian el sistema, lenta pero definitivamente. El adversario es ahora más claro, y la respuesta tiene que ser un reordenamiento de las fuerzas democráticas cuya agenda central sea la defensa de un sistema que dimos por inamovible.