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Gabriel Morales Sod

Paran las negociaciones en Israel

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El día de ayer colapsaron, por lo menos por el momento, las negociaciones entre la coalición y la oposición para llegar a un acuerdo sobre la reforma judicial en Israel.

De acuerdo con las precondiciones establecidas entre las partes para comenzar las negociaciones, la coalición se comprometió a llevar a cabo la selección de dos representantes del Parlamento al comité de selección de jueces, uno de la coalición y otro de la oposición.

Esta división es la que asegura que el gobierno no tenga la mayoría para elegir a jueces de la Suprema Corte y así controlar el Poder Judicial. Esta mañana, elementos extremistas de la coalición intentaron avanzar a múltiples candidatos para asegurar la elección de dos representantes del gobierno, en vez de uno, y así dominar el comité. Sin embargo, Netanyahu detuvo esta movida, pues esto habría ocasionado una explosión masiva de protestas en todo el país y la profundización de la crisis económica. No obstante, la coalición, de manera inédita, decidió no votar a favor de ningún candidato y detener así la formación del comité para elegir jueces, rompiendo su acuerdo con la oposición y poniendo en peligro el futuro de las negociaciones.

La situación de Netanyahu no podría ser peor. El país está inmerso en la crisis social y política más grave de su corta historia. Su intento de convertir al país en Hungría desencadenó no solamente un movimiento masivo de protesta, sino el colapso de la inversión extranjera y una crisis entre Israel y su más importante aliado, Estados Unidos. Netanyahu nunca ha sido menos popular en el país y según las encuestas, por ya varias semanas, miles de votantes de su partido, Likud, lo han abandonado. De celebrarse elecciones hoy, Netanyahu perdería el poder por un margen holgado. El primer ministro sabe que la única manera de recuperarse y detener la crisis en el país es parar la reforma o llegar a un acuerdo con la oposición, para poder así dedicarse a los temas verdaderamente urgentes: la amenaza del programa nuclear iraní, el fortalecimiento de las relaciones con la Casa Blanca, las negociaciones de paz con Arabia Saudita y la lucha contra la inflación y el alza del costo de vida en el país. Sin embargo, Netanyahu está atrapado, pues un sector extremo y significativo dentro de su coalición y su partido no se detendrá hasta aprobar la revolución judicial.

Si algo muestran los acontecimientos de ayer es que Netanyahu, a diferencia de los últimos veinte años, ya no controla a sus propios aliados. En un resultado inesperado y a pesar del boicot de la coalición, el Parlamento aprobó a la candidata de la oposición para ocupar uno de los dos puestos en el comité de selección de jueces ¿cómo?, gracias a cuatro miembros de la coalición que votaron, por medio de una urna secreta, en contra de lo que el primer ministro ordenó. Es decir, que incluso dentro del Likud Netanyahu está entre la espada y la pared. Entre un grupo que entiende que la reforma pone en peligro el futuro del país y otro que la quiere a toda costa. Decidirse por cualquiera de los dos resultaría en una crisis que probablemente pondría fin a su mandato, la pregunta es ¿qué pasará cuando Netanyahu no pueda seguir aplazando el proceso?