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Guillermo Hurtado

Luis Villoro frente al echeverrismo

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Hoy en día, cuando pensamos en la relación entre Villoro y la política, lo primero que nos viene a la mente es su vínculo tan estrecho con el zapatismo. Sin embargo, Villoro participó de manera muy destacada en la política nacional desde antes. Aquí quisiera recordar algunas de sus reflexiones políticas durante el gobierno de Luis Echeverría.   

Entre 1973 y 1974, Villoro tuvo una columna en el periódico Excélsior, cuando éste era dirigido por Julio Scherer. La mayoría de estos artículos fueron recogidos en su libro Signos políticos, publicado Grijalbo en 1974.  En ese mismo libro se reproduce un artículo largo, que publicó en Siempre!, en el que Villoro hace un análisis de la situación política del país durante el régimen de Luis Echeverría.  

En este artículo, que lleva el título de “La ilusión del neocardenismo”, Villoro examina el programa de acción de la VII Asamblea del PRI en 1972, en donde se habían formulado las líneas centrales de la política del régimen echeverrista. Villoro encuentra tres paradojas en ese programa

En este artículo, que lleva el título de “La ilusión del neocardenismo”, Villoro examina el programa de acción de la VII Asamblea del PRI en 1972, en donde se habían formulado las líneas centrales de la política del régimen echeverrista. Villoro encuentra tres paradojas en ese programa. La primera es que el Estado poderoso, creado durante el cardenismo, había quedado subordinado a los poderes económicos. La segunda es que el desarrollo nacional dependía de la inversión extranjera, cuando lo que se pretendía era impulsar una burguesía nacional. La tercera es que México se había convertido en una sociedad productiva, pero preservaba altos niveles de miseria. Villoro afirma que a la burocracia se le planteaba el acertijo de cómo mantener el consenso tácito del pueblo. En el discurso inaugural de la VII Asamblea, Jesús Reyes Heroles había concedido la primera paradoja y había propuesto fortalecer el poder del Estado para que ejerciera la orientación económica. Con respecto a la segunda paradoja, el ideólogo del PRI proponía reducir la dependencia externa, tanto comercial como tecnológica y financiera. La tercera paradoja se enfrentaba con una serie de medidas que iban desde una política de fomento del empleo hasta la mayor participación de los obreros en las decisiones de las empresas. Como señala Villoro, estos lineamientos no suponían un cambio en el modelo político y económico sino apenas un reajuste. Pero, aun así, Villoro advierte que, debido a la composición de las fuerzas políticas, esas modestas reformas no podrían llevarse a cabo. Dice Villoro: “Sólo un movimiento popular independiente del aparato oficial podría oponerse, con esperanzas de éxito, a las fuerzas económicas dominantes y a los grupos conservadores de la burocracia. Sólo él podría presionar primero y obligar después al sector liberal a llevar hasta el fin las reformas que éste no puede alcanzar por sí solo”. 

Luis Villoro, en una foto de archivo.Foto: Especial

 La ilusión del neocardenismo echeverrista era suponer que los sectores reformistas del PRI podrían encabezar un movimiento popular que permitiera restar poder a los poderes fácticos nacionales y extranjeros. La solución no podía venir del PRI, tenía que venir de otro lado, de organizaciones populares que superaran el temor y el conformismo y que vencieran “la tentación de la violencia aventurera” y “el peligro de la absorción del aparato”. Esta alusión al peligro de la absorción quizá apuntaba, de manera velada, a algunos de sus amigos de izquierda que se habían incorporado al régimen. Villoro pensaba que era indispensable que los partidos de izquierda recibieran el registro oficial y participaran en el Congreso para impulsar los cambios que requería el país. Sin embargo, este proceso se tenía que dar de manera gradual y por medio de pactos razonables entre el Gobierno y la oposición. En 1977, con la reforma política, Villoro vería como su propuesta se haría realidad.  

Entre 1973 y 1974, Villoro tuvo una columna en el periódico Excélsior, cuando éste era dirigido por Julio Scherer. La mayoría de estos artículos fueron recogidos en su libro Signos políticos, publicado Grijalbo en 1974.  En ese mismo libro se reproduce un artículo largo, que publicó en Siempre!, en el que Villoro hace un análisis de la situación política del país durante el régimen de Luis Echeverría

 Durante esos años, la tensión entre los empresarios y el régimen alcanzó niveles preocupantes. Ante este conflicto, Villoro no dudó en salir en defensa del gobierno de Echeverría. Los oligarcas mexicanos, decía, temen que: “la actitud del Gobierno, en lugar de reprimir, permita la organización de movimientos populares, que pudieran escapar al control oficial. Y eso no podrían soportarlo. Porque entonces se crearían las condiciones para que el pueblo sacudiera su letargo y empezara a convertir la democracia en algo real, al ejercerla en su beneficio. Por eso exigen al presidente la represión de toda ‘agitación’, la instauración de un ‘orden’ estricto, la abolición de toda posibilidad democrática. Antes de que pudiera darse una democracia real, es preciso ahogarla”.