a

Guillermo Hurtado

Salimos de Etiopía

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La filosofía y la poesía son hermanas, con una relación complicada. A veces se llevan muy bien y, otras veces, muy mal. En ocasiones se acercan tanto, que se confunden y, en otros momentos, se alejan tanto, que se borra toda su semejanza.

Las palabras de un poeta pueden ser recogidas por un filósofo para construir, encima de ellas, toda una teoría sobre Dios, el universo o el ser humano. Es frecuente que los filósofos tomen prestados materiales de la poesía para ilustrar, e incluso iluminar sus razonamientos. Lo mismo sucede con los poetas, aunque quizá sea menos común. Hay poetas que adoptan frases de los filósofos para tejer, alrededor de ellas, metáforas e imágenes inesperadas.

Una mañana, pocos días antes de morir, el filósofo Luis Villoro le dijo a su hija, la poeta Carmen Villoro, algo que a ella se le quedó grabado. Así lo contó años después:

“Me miró y me dijo: “¿Te das cuenta que tú y yo somos negros?”. Me sorprendió, me dije, ¿qué me querrá decir? A veces tenía ocurrencias, entonces le pregunté: ¿cómo? Y él me dijo: “Sí, tú y yo salimos de Etiopía hace muchos años y anduvimos en varios continentes, fuimos a Asia, pasamos por toda Europa y llegamos a América. ¿Y ahora a dónde iremos?”. “Salimos de Etiopía” nace de aquel momento. Mi papá me estaba hablando de la especie humana, me dijo: “La vida individual es muy corta, pero la vida colectiva es muy larga”.

“Salimos de Etiopía” es el título de un poema que escribió Carmen Villoro a la muerte de su padre y que está incluido en su libro Liquidambar (Editorial Mantis, Guadalajara, 2017). En ese poema, Carmen Villoro reelabora de manera poética la idea filosófica de su padre. La intuición del filósofo es trasplantada a un lenguaje diferente, el de la poesía, y en ese nuevo lenguaje, como si fuera una tierra ajena que, sin embargo, acoge con generosidad al germen de la intuición originaria, ésta crece de manera asombrosa.

Luis Villoro, días antes de su muerte, pensaba en el origen de la humanidad, pero también en su destino. Todos venimos de África, todos somos parientes, primos lejanos. Hemos recorrido un largo camino, pero todavía debemos seguir andando para alcanzar una meta que —por más que dejemos correr nuestra imaginación— nos resulta enigmática. ¿Cuál es la tierra prometida de la especie humana? ¿Existe?

Carmen Villoro leyó en voz alta “Salimos de Etiopía” en la clausura del homenaje a su padre que se celebró en El Colegio Nacional el viernes pasado. Al final del poema, ella dice que padre e hija se toman de la mano para salir de Etiopía para siempre y cruzar la luz. Durante un instante fugaz, todos los que estuvimos ahí presentes, traspasamos, junto con Carmen y con Luis, un umbral misterioso.