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Trabajar menos

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
 
Por:

¿Se ha percatado usted, estimado lector, de que hay una nueva tendencia a nivel global que sostiene que deberíamos trabajar menos horas?

En México se ha planteado una reforma legal para reducir la semana laboral de 48 a 40 horas. Todo el chiste de esa reforma es que, aunque trabajemos menos tiempo, ganemos lo mismo. A mí eso me parece una idea excelente.

La jornada de 40 horas ya es realidad en muchos países, sobre todo en los más desarrollados. En Francia sólo laboran 35 horas y es probable, además, que reduzcan la edad de la jubilación a los 60 años.

México es uno de los países en los que se trabajan más horas in situ, no sólo las que dicta el contrato, cuando lo hay, sino las adicionales. Los mexicanos somos muy trabajadores desde ese punto de vista. No obstante, se podría decir que lo que importa no son las horas que uno esté físicamente en el lugar de trabajo sino lo que uno hace en él. La productividad del trabajador mexicano, comparada con la de otros países es baja. Nos tardamos más para producir menos.

Si lo que se pretende es que por trabajar menos vayamos a ser más productivos podría ser que caigamos en una falacia, porque no hay garantía de que por trabajar menos los mexicanos vayamos a incrementar nuestra productividad. No obstante, podemos suponer que los trabajadores mexicanos estarán contentos de pasar menos tiempo en el trabajo y poder pasar más tiempo en sus casas en compañía de sus familiares y sus mascotas.

Quizá no todos los mexicanos piensan igual y habrá algunos que no se sientan más felices con la reforma laboral. Hay a quienes les gusta ir a trabajar (lo que no es lo mismo, como ya vimos, que ponerse a trabajar). Las razones son muchas e igualmente legítimas: ganar más dinero, sentirse satisfecho con uno mismo o simplemente dejar de verle la cara a la suegra.

Lo que sí convendría que comenzáramos a dejar a un lado es ese prejuicio tan incrustado en nuestras conciencias de que nuestro valor como personas depende primordialmente de nuestro valor como trabajadores. Sin tener que caer en la vagancia, podemos replantear el sentido que damos a nuestras vidas y poner al trabajo asalariado en un escalafón más bajo.

La velocidad con la que la inteligencia artificial está avanzando nos hace prever que muy pronto —más pronto de lo que imaginamos— todos los trabajos podrán ser realizado por máquinas de una manera más eficiente que cualquier ser humano. Quizá habrá que irnos haciendo a la idea de que tendremos que dedicar nuestro tiempo a otras actividades que nos den alguna satisfacción, como comer, caminar, cantar o dormir. Mientras tanto, las máquinas trabajarán las 24 horas al día, los siete días de la semana. ¡Allá ellas!