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Con el COVID no hemos aprendido nada

DESDE EUROPA

Hector BadilloLa Razón de México
Por:

Ya no se escuchan los aplausos y las felicitaciones para los trabajadores de la salud que día y noche siguen atendiendo a los enfermos de Covid-19; tampoco se ven videos de las canciones en coro que entonaban los vecinos de balcón a balcón; sin embargo, en vuelos de avión y en transporte terrestre se registran llenos totales de pasajeros, mientras que la pandemia sigue latente y poco a poco la población regresa con mucho riesgo a su vida cotidiana. En ese contexto se muestran signos de indiferencia y falta de empatía con comportamientos negativos cuando se regresa a esa normalidad condicionada.

Este fin de semana abordé un vuelo de regreso a casa y observé cómo las medidas sanitarias se van diluyendo en los aeropuertos, sin duda una zona de alto contagio por la cantidad de personas que han regresado a las salas de espera para viajar en avión. Se trata de gente que por vacaciones o trabajo reta al virus sin usar mascarilla ni guardando la sana distancia, lo que aumenta el riesgo para los demás.

Ya en vuelo, una persona cayó desmayada a varios metros de mi asiento. Me di cuenta hasta que escuché a una joven que presenció toda la escena y no hizo nada al respecto, sólo se limitó a expresar de manera desinteresada “se desmayaron junto al baño”, y siguió su camino rumbo a su lugar. Su indiferencia ante la situación me sorprendió. Durante un par de minutos la mujer quedó desplomada en el suelo y nadie reaccionaba; tal vez era impotencia, la impresión o miedo al contagio de la nueva enfermedad que ha cobrado cientos de miles de vidas en el mundo. Los más cercanos al accidente tocamos la señal para alertar a las sobrecargos. Una de ellas llegó rápidamente para atender a la mujer que parecía no reaccionar en el suelo. Minutos después solicitaron la ayuda de un médico que estuviera entre los pasajeros. Otra mujer se levantó y acudió al llamado; una tercera mujer también se levantó para ayudar con las técnicas de oxigenación y poco a poco la persona enferma se incorporó. Ante la situación muy pocos se preocuparon por el hecho, la mayoría de los pasajeros ni se inmutó y otros más ni cuenta se dieron porque estaban atrapados en las pantallas de sus aparatos electrónicos.

Curiosamente toda la ayuda que recibió la persona desvanecida provino sólo de varias mujeres que atendieron el llamado de ayuda. Era una escena en donde había ganado la indiferencia de los viajeros sobre lo que le pasa a los demás. Lo bueno fue que las mujeres alzaron la mano y cuidaron de inmediato a la paciente hasta que pudo recuperarse, pero no fue fácil en un vuelo que aún tenía dos horas de camino por delante.

Si algo nos debería enseñar esta pandemia es la unión, la empatía y la importancia de ayudar al prójimo. Estamos viviendo una etapa traumatizante para todos, efectos psicológicos que ya hacen estragos en la sociedad y que, a pesar de esta experiencia paradigmática, creemos que ya estamos regresando a la normalidad.

Al final del vuelo, los pasajeros ya habían olvidado a la mujer enferma y sólo forcejeaban para salir primero del avión, por supuesto sin sana distancia y muchos ya sin cubrebocas. Tal parece que la empatía por los demás no la empacamos en la maleta.