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Elecciones en Reino Unido y Francia

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

No es nada común que se celebren elecciones en las dos grandes potencias europeas, separadas por el Canal de la Mancha con apenas tres días de diferencia. Máxime cuando, además, en ambos casos —el Reino Unido y Francia—, fueron convocadas de manera anticipada.

La paliza que recibió el Partido Conservador británico no tuvo atenuantes: de 365 parlamentarios en las elecciones de 2019, que encumbraron a Boris Johnson, la debacle los deja ahora en sólo 121; mientras que el Partido Laborista pasó de 203 a 412, más que duplicando sus números y rebasando de sobra los 326 votos que representan la mayoría absoluta de la Cámara de los Comunes, necesaria para formar gobierno, sin necesidad de buscar una coalición.

Así, tras 14 años de gobiernos conservadores, hay una vez más alternancia en la democracia parlamentaria más longeva del mundo. Sunak pronunció un digno y sobrio discurso de aceptación de la derrota, adjudicándose la plena responsabilidad (cuando en realidad todos sabemos que se debió más bien a la calamidad del Brexit, decidido mayoritariamente por los votantes de su propio partido, malinformados y engañados por Johnson y otros impresentables, que prometieron beneficios que no sólo nunca llegaron, sino que hundieron la economía británica y terminaron afectando gravemente sus servicios públicos; así como a los en todos sentidos desastrosos gobiernos de Johnson y de Liz Truss). A Sunak hay que reconocerle los méritos de haber mantenido un gobierno estable por más de un año y también el de saber cuándo era suficiente y convocar a las elecciones anticipadas. El laborista Keir Starmer es ya el nuevo primer ministro.

La muy arriesgada jugada de Emmanuel Macron terminó por salirle razonablemente bien, tras el susto de la primera vuelta. El avance de la ultraderecha (RN, Agrupación Nacional) fue detenido… por un tiempo. El saldo es interesante: no hay ganadores ni perdedores absolutos. Las fuerzas políticas en Francia se reacomodan para quedar en tercios. Nadie gana mayoría absoluta, por lo que se requerirá de alguna coalición —que, obviamente, excluirá a RN— para formar gobierno. El reto para Macron en los próximos días es seleccionar a un primer ministro que cuente con la confianza de la Asamblea Nacional y que pueda sortear las dificultades que seguramente se le presentarán en el último tramo de su periodo presidencial.

Finalmente, un apunte sobre los sistemas electorales utilizados en ambos países, que resulta relevante considerando la discusión que hay actualmente en nuestro país, en torno a la previsible sobrerrepresentación de la coalición oficialista en la próxima legislatura. Dado que en ambos casos los sistemas son de mayoría (relativa en el británico, absoluta en el francés), se observan grandes desviaciones entre la votación y los escaños obtenidos por cada fuerza política. Así, el Partido Laborista obtuvo, con sólo el 33.8% de la votación, un 63.4% de los escaños (30% de sobrerrepresentación); mientras que en Francia —venturosamente, hay que decirlo— la ultraderecha, habiendo obtenido el 33% de los votos en la primera vuelta, al final del proceso se queda con sólo el 22% de los escaños (una subrepresentación del 11%). Y nadie pone el grito en el cielo por ello. Tal vez porque en ambos casos la democracia pluralista, a diferencia de nuestro país, está plenamente consolidada, y los poderes sometidos a controles importantes, a pesar de las notorias distorsiones en la representación que genera el sistema electoral.