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Horacio Vives Segl

Libros de texto y lecciones de Historia

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

A propósito del inicio de clases de esta semana para el periodo lectivo 2023-2024, no hay que dejar de señalar la gravedad consistente en que millones de niños de esta generación sean expuestos a los nuevos —y muy polémicos— libros de texto gratuitos. 

Vamos a conceder por un momento que no es ajeno del interés de todo gobierno establecer políticas educativas y tratar de establecer una cierta visión de la Historia. Hasta ahí, se pudiera entender esa pretensión del régimen de dotar de contenidos con una clara intencionalidad partidista. Lo que de ninguna manera es aceptable es intentar educar a la niñez y juventud con una visión sectaria y abyecta de la Historia, ciencias y artes en un instrumento tan relevante como lo son los libros de texto que han sido la herramienta fundamental de aprendizaje para la educación pública en México. Adicionalmente, la distribución de los libros de texto no se hace de manera mecánica, sino en el contexto de la manera distinta promovida por el régimen de entender los saberes y competencias a través de la Nueva Escuela Mexicana.

Revisemos un pasaje de la Historia de nuestro país para entender la gravedad de la decisión adoptada por el gobierno y por qué la acérrima condena de buena parte de las organizaciones ciudadanas, la comunidad científica, los padres y madres de familia y de la sociedad en general. Hace casi 90 años, el 20 de julio de 1934, el entonces hombre fuerte del país, Plutarco Elías Calles, pronunció en la entonces muy piadosa capital tapatía, el que a posteridad fue conocido como el Grito de Guadalajara. En aquel discurso, Calles señalaba que la Revolución no había terminado, que era necesario entrar en un “nuevo periodo revolucionario psicológico” y —aquí lo central—: que “debemos entrar y apoderarnos de las conciencias de la niñez, de las conciencias de la juventud, porque son y deben pertenecer a la Revolución”. Y como remate, “la Revolución debe desterrar los prejuicios y formar la nueva alma nacional”. Si en lugar de Revolución lo cambiamos a Transformación y de nueva alma nacional a nueva escuela mexicana, la lógica es contundente.

Las semanas previas al inicio del actual ciclo escolar fueron pródigas en exhibir la polémica sobre los libros de texto. Ahí están para quien quiera ver documentadas las severas deficiencias en los contenidos y criterios educativos de los libros, que han plenamente documentado especialistas de la comunidad científica y pedagógica.

Si ya traemos un rezago significativo en la educación pública en el nivel básico en el país, estos libros —y el modelo educativo en general— en definitiva, están lejos de combatir los fanatismos, impulsar el pensamiento crítico, instruir en el conocimiento científico y desarrollar las competencias básicas que el estudiantado mexicano requiere para insertarse en el mundo global.

Finalmente, me sumo a la enérgica condena que la academia, la comunidad científica, organizaciones de la sociedad civil y demócratas en general, hemos hecho por el uso faccioso de los libros de texto y como instrumento de persecución política en contra de Lorenzo Córdova Vianello. Un mexicano ejemplar, hombre de Estado, demócrata y defensor indiscutible por décadas durante su trayectoria profesional de los derechos humanos, atacado hasta lo absurdo, con la artera mención en los libros de texto por cometer “la osadía” de obedecer la Constitución y el Estado de derecho, y defender la democracia y al Instituto Nacional Electoral en la época de mayor asedio del régimen.

Así las cosas, nunca ha sido buena idea impulsar una educación pública ideologizada y sectaria. La Historia y el presente dan evidencia de ello.