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Horacio Vives Segl

Mapa, gira y desfile

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Lo ocurrido en los últimos días es un ejemplo contundente de la política exterior mexicana, lo errático en su conducción y la particular visión con la que el régimen entiende al mundo y al país.

Empecemos por lo que fue la sexta gira internacional del presidente en el ocaso de su administración. Las cinco anteriores —incluyendo la visita para respaldar la reelección de Donald Trump, so pretexto de la entrada en vigor del nuevo tratado de libre comercio de Norteamérica— se realizaron apenas cruzando nuestras fronteras: Estados Unidos y países de Centroamérica y el Caribe. Así que, la novedad esta vez, fue ir más al sur y cruzar el Darién. Bien ahí. Lo interesante fueron los destinos: ir a una cumbre de combate a las drogas en Colombia y al 50 aniversario del golpe de Estado en Chile. En ambos casos, a respaldar a presidentes y gobiernos que, a pesar de estar en el comienzo de su gestión —tanto Gustavo Petro como Gabriel Boric asumieron el año pasado— se encuentran en plena crisis política y en caída libre en aprobación. Eso sí, los une una estrecha afinidad ideológica. De la anodina cumbre no salió ningún acuerdo sustantivo y de la visita a Chile la adhesión a un documento para que no se militarice al país. Que el mandatario mexicano haya suscrito eso parece broma. Tampoco hay que perder detalle que se prefirió hacer la gira sudamericana en vez de asistir al G-20 celebrado en India. Es público y notorio que esos espacios de socialización y decisión de los líderes de naciones más importantes del mapa mundial, nada más no le interesan al mexicano, nada más no se siente cómodo y, de nueva cuenta, se volvió a mandar una representación que tuvo un desempeño para el olvido.

Regresemos al país, ahora para analizar los festejos patrios, la celebración de El Grito y el desfile cívico-militar conmemorativos de la Independencia nacional. Quedó claro que quedó reducida a una fiesta entre fieles y adeptos y no a una celebración de Estado en la que están representadas las cabezas de los otros poderes de la Unión. Y lo que resultó más que un capricho, algo oprobioso: la participación del contingente ruso en el desfile militar. Ya no digamos los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, la triada de dictaduras latinoamericanas a las que el régimen suele justificar en la violación sistemática a los derechos humanos de sus habitantes o, en el extremo, francamente consentirlos (en variaciones sobre las mismas conmemoraciones, recuérdese la invitación a Miguel Díaz-Canel como orador central en las fiestas patrias mexicanas de 2021). Con justificada razón, hay una crítica generalizada a la presentación en México de ese ejército ruso, que invadió a Ucrania, una nación vecina y en clara desventaja militar y que ha generado el repudio generalizado de la comunidad internacional. Claro, con la penosa excepción de los afines a Vladimir Putin. Con airada razón, la embajada de Ucrania en México detonó la pertinente inconformidad diplomática. Bajo el discurso de la “supuesta” neutralidad mexicana esos guiños son sencillamente inaceptables.

Para cerrar, está la intención de sumarse al G-77. Está bien que hay que apostar por la cooperación con el sur, pero hay formas más estratégicas para ello. Y de nueva cuenta la decisión de no asistir a la cita anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas. ¿Como para qué reunirse con Joe Biden y el hombre del momento, Volodímir Zelenski? No cabe duda de que en política internacional te define con quién te juntas y qué agenda compartes.