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No quieren debatir

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Lo que debiera ser un gran debate nacional sobre la reforma a uno de los tres poderes de la Unión, va a acabar en una puesta en escena en donde se va a escuchar a todo el que quiera ser escuchado, para que al final las cosas queden como se plantearon desde Palacio Nacional.

El país no puede diseñarse de manera unilateral. Si algo nos distingue a pesar de la abrumadora votación en favor de Claudia Sheinbaum es la diversidad. El sabernos diferentes es una manera de entendernos.

El guion será el mismo que se vivió con los parlamentos abiertos o en los debates organizados por el Legislativo. La importancia de los parlamentos estaba a la vista; sin embargo, todo pasó a segundo plano porque el Presidente quería que las cosas se hicieran como las planteaba; no sirvió de mucho escuchar a destacados especialistas en materia energética y electoral entre otros.

Se escuchaba a todas y a todos, y se reconocía la importancia de los planteamientos de los ponentes, pero al final todo quedaba como originalmente se había planteado, que en muchos casos merecía la crítica que en la mayoría de los casos iba acompañada de propuestas.

Tener la mayoría no significa tener la razón porque el conocimiento de las cosas es un asunto que pasa por la pluralidad, por los especialistas y por todos aquéllos que tienen estudios sobre los temas tratados.

En relación al debate sobre las reformas al Poder Judicial va siendo evidente que el Presidente no está necesariamente en favor de una discusión pública. De hecho, hace algunos días planteó que el tema estaba suficientemente discutido, lo que cambió las cosas fue que la futura Presidenta planteara la necesidad de un debate público.

Quedó claro en su momento que el Presidente, a pesar de que no quería el debate, lo dejó pasar a sabiendas de cuál sería el desenlace. López Obrador acabó haciendo lo que desde el principio quería: tener mayoría en el Congreso y que las cosas se hicieran exactamente como las había planteado, sin cambios en las propuestas.

La encuesta dada a conocer ayer era definitivamente previsible. Se trata de crear no solamente una reforma al Poder Judicial, sino crear una narrativa que la fundamente en términos de la opinión pública más allá del contenido de la reforma.

La encuesta no resulta ociosa porque al fin y al cabo le otorga al Presidente y a la futura mandataria elementos para fortalecer y fundamentar su decisión. Lo que pasa es que en función de las preguntas y en medio de los problemas que viven los ciudadanos con los aparatos de justicia, con una insistente narrativa de que el sistema está podrido y es corrupto, todo al final resultó como quería particularmente el Presidente. En la mañanera de hoy seguramente se ponderará la encuesta y el resultado de la misma sin la más mínima crítica y autocrítica.

La crítica de López Obrador al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, por hacer un estudio sobre la reforma, es la ratificación de que no está dispuesto a debatir profundamente un tema de enorme relevancia para el destino del país. El Instituto a lo largo de muchos años ha hecho todo tipo de investigaciones sobre temas jurídicos y se ha convertido en un referente de enorme importancia, para poder tener elementos que permitan el conocimiento y tomar las mejores decisiones.

Lo que quiere y busca el Instituto es integrarse al debate en los términos en los que el oficialismo, en voz de la futura Presidenta, se ha manifestado.

Lo peor que puede pasar es que para debatir el futuro de la justicia en México no se escuche a quienes a lo largo de muchos años han dedicado su trabajo a las leyes, son especialistas reconocidos en todo el mundo, pero ya se vio que no quieren.

RESQUICIOS.

Con el aval de la ciudadanía para que haya una reforma al Poder Judicial el camino debiera estar allanado para un debate de alto nivel. Es tiempo de escuchar a todos porque como fuere la ciudadanía quiere que las cosas cambien, pero no pueden cambiar unilateralmente.