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Leonardo Martínez Carrizales

Contra el ethos democrático

LA MARGINALIA

Leonardo Martínez Carrizales
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La especulación que algunos textos periodísticos hicieron recientemente acerca de un posible magnicidio en curso, a cargo del Gobierno en turno, nos obliga a reconsiderar la política del odio y la violencia simbólica que la derecha ha orquestado contra el ahora primer mandatario, por lo menos desde 2004.

El episodio más reciente de esta estrategia, además de ser un error táctico y estar caracterizado por una irresponsabilidad cínica, confirma un programa que, ante la primacía de la izquierda y el fortalecimiento del Estado sobre una base social muy amplia, se propone la degradación del ethos democrático.

La alusión a un magnicidio hipotético que sería responsabilidad del Presidente por motivos electorales, y que propiciaría el retiro de la izquierda de toda posición eminente en las instituciones de Gobierno, esclarece el modelo histórico sobre el cual se articula esta desenfrenada política del odio.

Me refiero al modelo de la derecha golpista italiana de los años 70 del siglo XX (la destra eversiva), el núcleo original de la historia contemporánea de las derechas occidentales, dada su raíz nazifascista y el aval que este patrimonio político e ideológico recibió por parte de Estados Unidos con motivo del diseño del orden internacional de la segunda posguerra.

La caída del Muro de Berlín y el triunfo doctrinal del Consenso de Washington que suscitó las políticas públicas del neoliberalismo tienen como condición de posibilidad el poder de la destra eversiva, inmiscuida en el Estado político y agente del poder inconmensurable del capital financiero e industrial. El modelo de una derecha golpista que en Italia consiguió inhibir antidemocráticamente el derecho de la izquierda a gobernar es una fuerza actuante en la gestión mundial de la estructura de la desigualdad que prima en el siglo XXI.

Entre 1969 y 1980, el modelo histórico de la derecha golpista en Italia se acreditó plenamente al impedir que la izquierda más poderosa y legítima de la Europa moderna, a contrapelo de la voluntad de un electorado que la apoyaba en las urnas, ocupara posiciones de gobierno y, con ello, interviniera en el diseño del orden social atemperando el apetito de los consorcios armamentistas, energéticos y de telecomunicaciones que controlaban el “mundo libre”.

En los años referidos, la destra eversiva orquestó una serie de atentados terroristas de Estado (de Piazza Fontana a la estación ferroviaria de Bolonia) en que implicó a la izquierda, atribuyéndole mediáticamente la responsabilidad de aquellos años de plomo. La dirección operativa de semejante “estrategia de la tensión” recayó en la derecha fascista; una estrategia que abrió una nueva era en el periodismo y la comunicación de masas, pues gracias a estos poderes se modeló a la opinión pública en contra de una izquierda supuestamente criminal.

Hoy reconocemos a esa derecha, por ahora sólo doctrinariamente, en el PP español y Vox, felicitados calurosamente por la dirigencia del PAN mexicano luego de la jornada electoral del domingo pasado.

En efecto, el ethos democrático de nuestro país está en peligro. ¿Quiénes son los responsables?