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Leonardo Martínez Carrizales

Presupuesto de egresos, pacto de Estado

LA MARGINALIA

Leonardo Martínez Carrizales
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Paradojas del discurso político. Las fuerzas políticas de la derecha repitieron en años recientes la palabra “futuro” para identificarse en el debate público. El futuro redentor de la carga del pasado. El futuro modernizador de un pasado en ruinas. Debemos entender que el pasado correspondía a un Estado fuerte, regulador de los procesos de organización y funcionamiento de la comunidad nacional; un Estado asociado hábilmente en el imaginario colectivo a sus crisis endógenas y exógenas (1970-1982), nunca a la teoría que le da base en la historia de las formas políticas de Occidente.

Ya se sabe que las derechas de Occidente detestan por principio la autoridad pública traducida en los órganos de un gobierno autónomo con respecto de los poderes económicos, y en un complejo espacio de mediaciones sujetas a reglas constitucionales entre la sociedad y el gobierno. Ese espacio es el correspondiente al Estado y a la política, obstáculos para los deseos de la derecha de propiciar el choque violento de los desiguales en el dominio del mercado.

El “futuro” pronunciado por la derecha en su propaganda no sólo se vació de sentido hace años, sino que ahora, inesperadamente, ¡pertenece al territorio simbólico de la 4T! La “Coordinadora Nacional de Defensa de la Transformación” tiene como uno de los ejes de sus comparecencias públicas la identificación del “Frente Amplio por México” con el pasado, de donde se colude que el futuro radica en la continuidad del modelo lopezobradorista: un pasado/futuro; una promesa de futuro fundada en el pasado inmediato.

La 4T es una fábrica muy eficiente de símbolos, efectivamente anclados a las pautas doctrinales de un modelo de Estado fuerte, de base popular, pluriclasista, que ha frenado el curso más violento del modelo neoliberal. En ese depósito de símbolos, ahora se destaca una noción repetida insistentemente por el Presidente de la República en días recientes, a manera de epítome de su mandato, próximo a concluir.

Dicha noción es un balance y una posición doctrinal dirigida sobre todo a los integrantes y simpatizantes de su movimiento: “Las bases de la transformación han sido establecidas”. Sobre esas bases ha de iniciarse apenas la edificación de una nueva trama de las relaciones sociales: un futuro acreditado en el pasado inmediato.

El futuro del cual Claudia Sheinbaum busca investirse mediante sus discursos, las alianzas que va tejiendo en sus recorridos, el reclutamiento de nuevos capitales políticos: la continuidad del futuro prefigurado por un movimiento social convertido en gobierno nacional hace 5 años.

El Presupuesto de Egresos de la Federación diseñado por la Presidencia de la República, el primero verdaderamente expansivo en el sexenio, representa el pacto transexenal, no de un gobierno, sino de un Estado social. Un Estado fuerte en los ramos fiscal, energético, extractivo y de comunicaciones, principalmente. Los ramos que explican la animadversión de ciertos sectores contra la 4T, motor de una insurrección mediática de baja intensidad. Un Estado con el cual la oposición deberá aprender a hacer política.