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El precio de un mal debate

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Un debate mediocre entre políticos, sin importar la latitud, suele tener muy pocas consecuencias para una elección. Sólo cuando alguno de los participantes tiene una intervención muy destacada o terriblemente desastrosa es que un debate puede convertirse en un encuentro memorable que marca un hito en una elección. Joe Biden está viviendo en carne propia las consecuencias de haber hecho lo segundo. 

La preocupación principal sobre la candidatura de Joe Biden para reelegirse como presidente de Estados Unidos ha sido, desde hace tiempo, su edad. Con sus 81 años, Biden ya es el presidente más viejo que ha gobernado su país y, de seguir siendo el candidato del Partido Demócrata, también será el candidato presidencial más vetusto que se presente a una elección (con todo y que Trump tampoco es un jovenzuelo, con 78 años). El elemento condicional sobre la candidatura de Biden no es trivial, pues después del penoso espectáculo que dio la semana pasada, donde repitió varios momentos en que balbuceaba respuestas incoherentes, se ha desatado un escenario de incertidumbre en el que se discute seriamente si debería retirarse de la contienda.

Las primeras encuestas que se han realizado para medir el efecto del debate han encendido las alarmas entre los demócratas, pues lo que era una contienda muy cerrada, en que las preferencias entre Trump y Biden incluso llegaron a cruzarse, ha comenzado a abrirse para favorecer de un modo cada vez más claro a Donald Trump. Los últimos datos presentados por The New York Times muestran que la intención de voto por Biden ha caído sensiblemente y la diferencia con Trump se ha abierto hasta 6 puntos entre quienes dicen que es probable que voten y, peor aún, en los votantes registrados esa diferencia ha llegado a 8 puntos porcentuales. En ningún momento de los últimos 10 años que Trump ha estado formalmente en la política había tenido una ventaja de estas proporciones frente a alguno de sus competidores. No es casualidad que 47% de los demócratas hoy crea que se debería cambiar de candidato.

El equipo de Biden negoció y aceptó tener un debate presidencial meses antes de lo normal, incluso sin que se hubiera llevado a cabo la convención demócrata que formalizará su candidatura, porque creyeron que podían evidenciar a Trump como un candidato mediocre y poco confiable (más después de haber sido declarado culpable de diversos delitos por un jurado). Los deseos chocaron con la realidad. Hoy el Partido Demócrata todavía puede sustituir a su candidato, pues hasta la convención del mes de agosto se formalizará la candidatura que competirá en las elecciones de noviembre. Sin embargo, antes Biden tendría que aceptar bajarse de la contienda, cuestión que a la que se ha negado rotundamente. Si nada cambia en las próximas semanas, los demócratas podrían enfrentarse a un escenario catastrófico en que serían atropellados por Trump sin siquiera poder meter las manos. Las señales del desastre están a la vista, con un Trump que incluso llegaría recargado y habilitado para abusar impunemente de su poder según la última decisión de la Corte Suprema, pero el timonel del barco se niega a ser relevado. Todo el legado de Biden puede perderse por negarse a pagar el precio de un mal debate.