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Leonardo Núñez González

La victoria de China en Hong Kong

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Traición, insurrección, espionaje, sabotaje e interferencia extranjera. éstos son cinco de las categorías de delitos tipificados en la nueva Ley de Seguridad Nacional aprobada por el propio Gobierno de Hong Kong la semana pasada y que serán sancionados con cadena perpetua para cualquiera que desafíe el control total que China ha logrado sobre la isla después de aplastar los movimientos en favor de la democracia. 

En teoría, después de que Reino Unido devolvió el control de Hong Kong a China en 1997, se estableció en la Ley Básica de la isla que al menos hasta 2047 se mantendría un régimen de “un país, dos sistemas”, en el que las libertades y garantías democráticas que se habían afianzado en ese territorio serían respetadas durante medio siglo. El Gobierno chino no estaba particularmente conforme con este acuerdo, pero la potencia de la ciudadanía dispuesta a resistir ante el retroceso en sus derechos atemperó los intentos de adelantar los tiempos para engullir a Hong Kong y someterla al férreo control vivido en el territorio continental de China.

En 2003, un primer intento de sacar adelante una nueva ley de seguridad nacional se encontró con la movilización de más de medio millón de personas. Considerando que en ese momento la población total no llegaba ni a 7 millones, la dimensión de las manifestaciones permitió frenar la iniciativa y hasta llevó a la renuncia del jefe del Poder Ejecutivo local. Una década después, otro intento de controlar a la isla llevó al surgimiento del movimiento conocido como la Revolución de los Paraguas, con el que los jóvenes tomaron las calles y se enfrentaron activamente contra las fuerzas policiales, protegidos mayormente con sombrillas amarillas que se volvieron iconos de la resistencia. Las autoridades apresaron a los líderes del movimiento y desarticularon las manifestaciones, pero todavía no podían consumar sus intenciones, pues la ciudadanía permanecía atenta y activa.

Todavía en 2019 y 2020, ante una nueva serie de reformas que facilitarían la condena y traslado de ciudadanos rebeldes fuera de la isla, más de un millón de habitantes protagonizaron impresionantes manifestaciones. Sin embargo, para ese momento, el régimen de Xi Jinping ya tenía la fuerza y control suficientes como para sofocar a los rebeldes sin ninguna contemplación ni preocupación. Ante la mirada impotente de los medios extranjeros, miles de personas fueron heridas, sometidas, arrestadas y condenadas a prisión, lo que puso el último clavo en el ataúd de la democracia de Hong Kong.

Los nuevos delitos establecidos ponen de manifiesto el control absoluto que China ha logrado tener sobre la isla, adelantando el calendario de sometimiento dos décadas y mostrando el músculo de Xi Jinping para avanzar en su deseo de proyectar y ejercer su poder en la región sin límites. Esto no es un hecho menor, pues indica que el proceso de colisión con Estados Unidos alrededor de la isla de Taiwán, que también China ha prometido reincorporar en el futuro cercano por la fuerza si es necesario, se está acelerando. La reconfiguración del orden global que estamos viendo en tiempo real puede llevarnos a un conflicto armado todavía más grande que lo visto en Ucrania o Gaza antes de lo que imaginamos.