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La responsabilidad de los intelectuales

FRONTERA DE PALABRAS

Mauricio Leyva
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Todos participamos en la guerra en una medida mayor o menor, aun cuando sólo sea pagando impuestos y permitiendo que la sociedad doméstica funcione suavemente. Una persona tiene que escoger el punto en el que sencillamente se negará a participar por más tiempo.

Noam Chomsky

Hace un par de semanas la noticia de la supuesta muerte de Noam Chomsky consternó a la comunidad internacional. Al respecto hubo quienes lamentaron profundamente su partida, ciertos políticos distraídos se apresuraron a ofrecer sus condolencias y en general se sintió un hueco y una tristeza melancólica por una de las mentes más lucidas de nuestra historia contemporánea. Sin embargo, no dejó de extrañarme que en la mayor parte de los casos hubo quienes resaltaron mayormente su contribución lingüista, área en la que ciertamente fue un parteaguas. El propio Noam Chomsky fundó la lingüística generativa y revolucionó los estudios de la estructura del lenguaje, es una de las voces más influyentes e importantes del mundo y sus trabajos sobre la llamada “revolución cognitiva” son de una especial trascendencia y significado.

Por lo tanto, no es fortuito el hecho de que, ante la confusión de la noticia de su muerte (después desmentida por su esposa) se haya manifestado una auténtica consternación internacional, pero contrario a lo mucho que se resaltó su aportación en la lingüística, hubo quienes no olvidamos que Noam Chomsky es un intelectual comprometido, un hombre que estuvo al lado de los jóvenes que protestaron contra la guerra de Vietnam; un ser humano sensible, activo en sus protestas inteligentes y además poseedor de una percepción especial sobre Estados Unidos (su país de origen) y al cual no tuvo la menor duda de encarar en sus análisis sobre sus intervenciones bélicas.

Mi primer acercamiento con la obra de Noam Chomsky fue a través de La responsabilidad de los intelectuales, en ella el filósofo señala que existe una subordinación al poder por parte del grueso de los intelectuales y subraya las violaciones a los derechos humanos. Este ensayo publicado el 23 de febrero de 1967 en el New York Review ok Books no fue bien recibido por el gobierno, ni tampoco por los intelectuales a fines a éste, pero le dio voz a un movimiento de resistencia en el cual la juventud jugó un papel importante. A propósito de recordar esa obra que, si bien es cierto tiene como eje principal la Guerra de Vietnam, también lo es que sus reflexiones son de carácter universal, cito lo siguiente:

Nadie puede competir con el gobierno en violencia, y el recurrir a la violencia, que seguramente fallará, no hará, más que asustar y alejar a algunos que puedan ser alcanzados y alentará más a los ideólogos y administradores de la represión por la fuerza. Es más uno espera, que los participantes en la resistencia pacífica se conviertan en seres humanos de una clase más admirable. Nadie puede dejar de estar impresionado por las cualidades personales de aquellos que han alcanzado la madurez en el movimiento de sus derechos civiles.

Uno de sus argumentos afirma: El “movimiento pacifista” existe sólo en las fantasías de un paranoico. Los que hallen objetables algunos de los medios empleados o de los fines perseguidos pueden oponerse a la guerra de otros modos. Por estos postulados y algunos de igual importancia se requiere releer a Noam Chomsky en este siglo que se distingue por sus graves crisis institucionales, políticas y sociales.