a

Mónica Argamasilla

La importancia de escribir

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Escribir es un ejercicio de permanencia, es la capacidad que tiene el ser humano para plasmar sentimientos y vivencias. Una necesidad de perdurar más allá de nuestro propio tiempo: es dejar un testimonio de nuestro paso en la Tierra.

Enfrentarse a una página en blanco es un reto y una motivación. Un llamado interior para dejar una constancia de lo que la mente nos dicta. Un fuego interior que necesita escapar.

Narrar una historia es hablar de un tiempo. Es hacer un pacto para que el pasado no se escape. Narramos para engañar a la muerte. Escribimos para después, para cuando sólo queden las palabras como un testigo fiel de lo que nos ha tocado vivir.

Conocemos la historia porque ha quedado escrita. Narramos los pasajes más dolorosos de una sociedad. Escribimos para bucear dentro de nuestros propios demonios, de nuestra psique, para reconciliarnos con nosotros mismos.

Escribimos porque la realidad no es suficiente, porque nos rebasa. Porque hay mundos paralelos que existen en nuestra imaginación y es egoísta dejarlos ahí. Necesitamos expresar, entregar al mundo nuestras ideas, nuestros anhelos, nuestros secretos y recuerdos más íntimos.

Escribimos porque el pasado nos persigue. Porque a veces, no encontramos un camino más limpio para vaciar nuestros pedazos que por medio del papel. Si se borra nuestro pasado, dejamos de existir. Nuestras palabras e ideas no tienen caducidad cuando se han colado en una historia, en un ensayo o en un poema.

Escribir es detener el reloj, estirar los momentos. Perdurar en el tiempo y en el espacio. Es conservar alegrías que queremos intactas, y a veces por qué no, una forma de entendernos, de poner el orden el caos que vive en nuestra mente.

Enfrentarse a una página en blanco, es desafiar a lo desconocido que brota del alma. Para conocernos tenemos que narrarnos. Bien dicen que somos ficción, que escribimos día a día un capítulo de nuestra propia novela.

Pero los seres humanos poseemos un tesoro invaluable, la capacidad de reescribirnos día a día, de evolucionar. Por eso la historia cambia momento a momento, y la forma de expresarnos varía con esas necesidades.

Escribimos para denunciar. Para hablar de la insatisfacción y las injusticias que nos revela nuestra sociedad, el tiempo que nos ha tocado vivir. Escribimos para comprender. Para explicar lo inexplicable, para buscar sentido y dirección, para poder fusionar nuestra mente con nuestro entorno.

No hay civilización que no avance. La cultura se hereda por medio de la palabra. Somos seres en constante evolución y escribir es la forma que tenemos de hacerlo tangible.

Los seres humanos somos egoístas. Queremos dejar huella y que no se nos olvide. Queremos que recuerden nuestro paso por el mundo, y entonces escribimos, relatar lo que somos, lo que vemos, lo que sentimos. No hay mejor testimonio de nuestro paso por la Tierra.

Escribimos para delatarnos. Escribimos escondidos en personajes e historias de ficción que hablan de nosotros mismos. Escribimos lo que nos habría gustado vivir, o lo que hemos podido evitar. Escribimos lo que vemos y lo que imaginamos. Escribimos para que las palabras cobren vida, que sean universos paralelos donde nunca dejemos de existir.

Escribimos porque tenemos la necesidad de hablar de nosotros mismos y de los que nos rodean. Hablar de nuestra cultura y nuestra identidad. Queremos viajar por el tiempo.

Escribimos porque sentimos, porque nos reinventamos y escribimos día a día. Hacemos borradores y modificamos las ideas, buscando la perfección que nos distinga.

Escribimos para ser recordados, para que la memoria no nos borre de un plumazo, Pero sobre todo, escribimos porque sentimos, y escribimos porque estamos vivos.