a

Mónica Argamasilla

Tips para leer más

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En esta vida moderna donde lo que menos tenemos es tiempo, buscamos aprovecharlo de la mejor manera. A menudo nos ponemos de excusa que no podemos realizar ciertas actividades porque estamos muy ocupados con nuestra vida diaria, pero en realidad todo es cuestión de organización.

Creo fielmente que todos debemos ocupar parte de nuestro tiempo en realizar alguna actividad que nos nutra el alma. Invertir en nuestro intelecto, siempre será una buena idea.

En un mundo donde hemos hecho del culto al cuerpo una forma de vida, nos hemos olvidado de fomentar el crecimiento espiritual, siendo éste la parte que realmente nos hace interesantes para los demás; eso sin señalar la enorme satisfacción que sentimos al aprender algo nuevo.

Entonces señalar la falta de tiempo para no leer es una excusa que podemos dejar de lado. Leer es un hábito, y como tal, hay que realizarlo 21 días para que forme parte de nuestra rutina. Hay que establecer metas —y que éstas sean lo más realistas posible—, donde organicemos un espacio con un objetivo real, como leer al menos veinte minutos diarios. Cuando lo empezamos a hacer, nos damos cuenta que la historia nos va atrapando y anticipamos estar de nuevo frente al libro. En realidad la clave sólo es decidirse a empezar y, por supuesto, escoger algo acorde a nuestro gusto.

Leamos lo que en verdad nos seduzca. No importa si es considerada buena literatura o un texto comercial. Escojamos un género que nos atrape y será más fácil cumplir la meta.

Uno de los consejos que suelo dar en mis círculos literarios, es no regresarse nunca a la hora de leer. Es muy común que al dejar la lectura un par de días, no recordemos lo que habíamos leído, así que nos regresamos en la trama. No lo hagan. La lectura nos ayuda a la comprensión lectora y eso como si fuera un músculo, se trabaja. Cuando continuamos con la lectura, poco a poco nos damos cuenta de que la trama regresa a nuestra mente. Vamos recordando poco a poco. Con el tiempo, nuestra memoria y nuestra capacidad de retención mejora, y nos damos cuenta que no necesitamos regresarnos un capítulo para entender la trama y seguir disfrutando la lectura.

Otra de las recomendaciones que suelo dar es que lean algún libro que la gente a su alrededor esté leyendo o lo hayan leído ya. De ese modo nos dan ganas de comentar lo que vamos leyendo. Nos atrae la idea de hablar de los personajes, de la trama, especular acerca del final. Los clubes de libro son una gran alternativa para compartir los pensamientos que nos dejó un libro, así como para obligarnos a leer, ya que contraemos un compromiso.

Cuando se termina una lectura, suele haber una enorme satisfacción. Sentimos que hemos logrado algo importante e inmediatamente nos sentimos bien con nosotros mismos. Para poder lograr la meta yo recomiendo encontrar un lugar cómodo para leer, además de que nos proporcione una buena luz. Si nos molesta la letra pequeña, quizá el libro electrónico sea una buena opción, ya que es fácil ampliar la letra según nuestras necesidades. Acompañar la lectura con una bebida que nos guste también nos motiva. Hay que asociar el proceso lector con un momento agradable.

Para todos aquellos que pasan mucho tiempo en el coche, desplazándose largas distancias, o quizá para los que hacen ejercicio, los audiolibros suelen ser grandes acompañantes. El tiempo se pasa más rápido si lo aprovechamos correctamente. A veces, son los mismos autores los que narran las historias, lo que lo hace más atractivo.

Leer debe ser un factor que motive nuestra curiosidad, que nos mueva una necesidad de aprender, que el placer de ir descubriendo personajes y tramas nos provoque una sonrisa. Leer debe ser un gusto, no una obligación, un momento que nos regalamos a nosotros mismos, y cuando nos demos cuenta, habremos adoptado el hábito como parte de nuestra rutina diaria y nos convertimos en grandes lectores.