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Islas Marías, la Llorona del Pacífico…

GENTE COMO UNO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

“Está muy cambiado todo, sí, ¡pero ha sido mejorado!… Pero aun así siguen los recuerdos… Sabes por dónde has caminado y todo lo que has vivido”… me dijo Evelyn mientras recorría con la mirada, el panorama nocturno de lo que se alcanzaba a ver desde la entrada de la Iglesia de Puerto Balleto, donde estuvo presa tres años y cuatro meses

Evelyn, tras la entrevista, en Islas Marías.Especial

Me llevó a donde vivió, durmió, comió, donde hizo labores de limpieza y también donde descubrió la música, que la reconcilió con las ganas de vivir.

Ella pensaba que un piano de cola sólo lo vería en las películas, jamás imaginó que sería en la cárcel donde aprendería a tocarlo; en esa prisión en la que terminó de milagro, después de ser reclutada por la sanguinaria banda de los Zetas, en Nuevo León, en la primera década de los años 2000.

La detuvieron con dos armas largas, dos armas cortas, ciento ochenta cartuchos hábiles y catorce kilos de marihuana. La sentenciaron a 9 años de prisión y la encerraron en el penal de Topochico, que era el mismísimo infierno.

“A mí me reclutaron y no me dio tiempo de nada…Me amenazaron con matar a toda mi familia si no aceptaba trabajar con ellos...” me dijo Evelyn, quien pasó de tener un puesto de ropa en un tianguis en San Pedro Garza García, a controlar a todos los narcomenudistas del elegante barrio regiomontano.

“El penal de Topochico todos los días era un volado, no se sabía quién iba a mandar al día siguiente…Yo aquí por fin dormí” me dijo refiriéndose a su traslado a las Islas Marías tres años después de su aprehensión en Monterrey.

“Yo cuando llegué aquí me quedé callada, y lo único que se escuchaba era el mar. Ya no se oían las rejas que te anunciaban que venían por alguien”… me dijo Evelyn mirándome muy fijamente a los ojos, a veces sonriendo, al fin norteña, recuerda su drama con humor.

Recorrí durante 4 días las Islas Marías recopilando historias e imágenes, abriendo puertas a otras dimensiones, caminando entre la belleza y el horror que confiesan sus vestigios, algunos en total abandono.

Como la cárcel de alta seguridad de Laguna del Toro, construida en el sexenio de Felipe Calderón, a 45 minutos de terracería tierra adentro de la Isla Madre. Alejada de todo y de todos.

Ahí no había ninguna “comunidad carcelaria” ni vista al mar; ahí nadie sabe en realidad ¿qué pasaba? ¿quiénes fueron los reos que estuvieron hasta 5 años encerrados en esas celdas?, de donde si se salía vivo, se salía loco, según me contaron los mismos excolonos.

Caminé por unas casitas junto a la iglesia, donde cuentan los lugareños que es donde más actividad paranormal se registra. La verdad no me quedé para comprobarlo…

La escuela donde estudiaron muchos de los más de 600 niños que vivieron ahí, en 100 años de historia del penal, es como un sueño surrealista, es un lugar detenido en el tiempo.

Y es que el pasado y el presente en las Islas Marías conviven de una forma muy especial, la belleza indiscutible del lugar, se recorre con un sentimiento difícil de describir, como si siempre algún fantasma nos acompañara en el camino.

Sería mezquino no reconocer el esfuerzo impresionante que la Secretaría de Marina ha hecho por el rescate y conservación de las Islas Marías en solo tres años y las metas que han alcanzado.

Porque los marinos no son hoteleros ni desarrolladores. Sólo se sacaron la rifa del tigre con el “encarguito” de transformar el histórico penal en lugar de esparcimiento para turistas. ¡Y lo están logrando!

Porque han hecho un trabajo de una enorme dignidad. Ordenado, impecable y lo más importante, la restauración ha sido rigurosamente respetuosa con cada huella de la historia, por terribles que sean muchos de sus capítulos.

“Yo soy Islas Marías. Yo respiro Islas Marías todo el tiempo. No hay momento que pase que yo no diga: Gracias, porque soy isleña”, me dijo Evelyn, antes de que chocáramos nuestros caballitos de tequila para brindar la última noche, “es el primer tequila legal que me tomo en las Islas Marías, y en libertad”… me dijo.

Fue un momento conmovedor pero extraño, feliz, triste y aleccionador. Con el sonido recio del mar a lo lejos, con sus tiburones rondando a corta distancia en las aguas de esas playas indescriptiblemente hermosas y de las que hoy ya nadie quiere huir…