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Montserrat Salomón

Gritos que nadie escucha

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

En Venezuela se ha hecho una costumbre morir de hambre. Ya no es noticia. Ya a nadie le importa. Maduro logrará superar la crisis económica cuando termine de matar de hambre a todos los ciudadanos que no son de su camarilla. Ésa es la triste realidad a la que nos hemos acostumbrado.

Hace meses todavía se escuchaba a Juan Guaidó arengando a las masas y organizando marchas. Hoy él también calla mientras los precios siguen subiendo y la pobreza cobra más y más vidas. La oposición ha perdido la esperanza.

Sin embargo, la fuerza de la necesidad y la desesperación han movilizado una vez más a miles de trabajadores que en los últimos días han desafiado al gobierno y han tomado las calles clamando por sueldos dignos para poder sobrevivir. Sindicatos, trabajadores del sector salud y educativo se han desquebrajado y han dado la espalda al oficialismo. La hiperinflación, en más de 300%, y el desplome de los sueldos han logrado lo impensable: hacer una grieta en el muro de los apoyos a Nicolás Maduro.

Si bien el último año Maduro ha navegado bajo el radar gracias a la relativa alza del petróleo provocada por la guerra en Ucrania, esta entrada de dinero no ha servido como salvavidas de la crisis humanitaria que se vive en el país. La canasta básica ronda los 400 dólares y el sueldo mensual promedio de un profesor está en 22 dólares. Los trabajadores públicos y pensionados no pueden comprar lo más básico y están hartos de vender su apoyo a un régimen que los sume en la miseria.

Las calles se llenan de servidores públicos que antes eran acarreados por Maduro para manifestarse en su favor. Sin embargo, hoy no sólo el régimen los ignora y, en ocasiones reprime, sino que no han encontrado eco en una oposición diluida y debilitada. Son gritos que mueren en el silencio de la indiferencia. ¿Qué se puede hacer en un país que ha sido castigado por los bloqueos económicos internacionales que golpean a los ciudadanos mientras que la cúpula del poder sigue impunemente enriqueciéndose?

A Maduro ya nadie lo presiona. La oposición ha aceptado su derrota y la comunidad internacional al parecer tiene cosas más importantes que hacer. Esta pequeña rebelión de su propia base ha sido tímida hasta el momento; frágil e incipiente. Maduro haría mal en ignorar estos hechos puesto que su caída puede llegar por donde menos lo pensó: sus mismos seguidores enfrentados a la realidad por el hambre y la miseria.

Con varios líderes sindicales en la cárcel tras las protestas, Maduro está jugando con fuego en un escenario insalvable. La Organización Internacional del Trabajo le ha exigido que aumente el salario mínimo al menos 200 dólares cuando actualmente está en 7, una misión imposible. Se esperan más protestas, ojalá encuentren eco.