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Pedro Sánchez Rodríguez

Reforma, abusos y desatinos

CARTAS POLÍTICAS

Pedro Sánchez Rodríguez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Me hubiera gustado escribir sobre el deseo común que muchos sentimos de que Argentina gane el Mundial para que Messi pueda consagrarse como leyenda del futbol mundial.

En las últimas semanas, la emoción de una parte importante del mundo está volcada en la gran final del Campeonato Mundial de Futbol, que concluye este domingo. Sin embargo, hubo otro final, el del periodo legislativo, que desilusiona profundamente.

Me solidarizo con todas las personas afectadas por la Reforma Electoral presentada por el oficialismo y aprobada por las mayorías de Morena en el Congreso, que deforma nuestro sistema electoral. El llamado Plan B de AMLO, aprobado por el Congreso, luego de que su reforma electoral constitucional no fuera avalada por la mayoría calificada, no puede ser entendido más que por rencor o ignorancia. Es así porque se les pasó la mano en el Congreso al punto de que hasta el propio Presidente anunció la posibilidad de vetar la ley aprobada por sus propios apóstoles y celebrada por sus corcholatas.

El sistema electoral mexicano es reconocido internacionalmente por su eficiencia para conseguir elecciones libres, limpias y confiables. Tiene deficiencias que se han revelado con el continuo y arduo trabajo de organizar jornadas electorales, y que con el tiempo se han ido corrigiendo. Existen otras, que, si no se han corregido es por la incapacidad de generar un consenso entre los partidos que conforman el Poder Legislativo.

Si hay un común denominador que ha guiado la conformación del INE y del sistema electoral mexicano, es la desconfianza de los partidos. Ésa es la razón por la cual el Consejo General y sus comisiones tiene como participantes a representantes de los partidos políticos y del Poder Legislativo; ésa es la razón por la cual el voto electrónico no ha sido explorado como una posibilidad general en las elecciones; ésa es la razón por la cual los procesos electorales y todas las decisiones del INE son extensos y arduamente discutidos y, sí, esa es la razón por la cual las elecciones en México son, para algunos, caras.

Aun así, esa desconfianza partidista en el árbitro y los procesos electorales ha resultado en que la ciudadanía confíe plenamente en el INE. Ha resultado en alternancias pacíficas, en elecciones limpias, en participación ciudadana, en la revalorización de la democracia, en un padrón electoral único en el mundo. En honor a la verdad, la Reforma Electoral no elimina de tajo esos avances, pero sí los complica a tal punto que convertirá inoperantes algunos procesos del instituto. Con la reforma, la estructura operativa del INE se debilita, con lo cual se complica, por ejemplo, la emisión de credenciales de elector, el control y la supervisión de las elecciones locales, la capacitación de funcionarios de casilla, el PREP, el Conteo Rápido y el cómputo de los votos, así como el Servicio Profesional Electoral.

Sumado a estos desatinos, a Morena y a sus aliados les pareció buena idea empujar una serie de medidas para reducir el número de votos que se necesitan para alcanzar el umbral mínimo para mantener el registro como partido político. Además, modifican la ley para que los remanentes del financiamiento público y privado de un ejercicio fiscal, puedan ser utilizados en el siguiente ejercicio. Por si fuera poco, también modifican la ley para que los votos de una coalición puedan ser transferidos de un partido a otro. En suma, todas estas medidas implican la imposibilidad práctica de que partidos como el PVEM o el PT pierdan su registro. Aun cuando una última modificación eliminó la llamada cláusula eterna, el que se haya contemplado habla de la calidad de representantes que tenemos.

En conclusión, los últimos debates en el Congreso sobre esta Reforma Electoral han mostrado al oficialismo de cuerpo completo. Se trata de una reforma que, nuevamente, bajo el pretexto de la austeridad republicana, golpea y trastoca la operación del INE, poniendo en riesgo la estabilidad y la confianza de las elecciones en el país. Sumado a ello y aprovechando sus mayorías, Morena y aliados empujaron cambios a la ley para tener vida eterna que, fueron tan cínicos, que se vieron obligados a cambiarlo. Quizás lo más revelador de este proceso es que se discutió mucho más la iniciativa de vacaciones dignas, en donde uno pensaría que hay un consenso general a favor de ellas, que esta iniciativa electoral tóxica y desastrosa.