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Pedro Sánchez Rodríguez

Reforma en Mundial

CARTAS POLÍTICAS

Pedro Sánchez Rodríguez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Por fin, después de largos meses de espera, iniciará la fiesta futbolística más importante a nivel mundial, la Copa Mundial de la FIFA.

Los ojos del mundo entero están puestos en Francia, Argentina, Brasil. Nuestros corazones, aunque escépticos, estarán puestos en México. En noviembre, no sólo inicia el Mundial, sino que se inician las discusiones de la Reforma Electoral en México. La coyuntura no nos es desconocida, son tiempos donde los congresos y los gobiernos aprovechan que el espacio mediático y la atención popular está en el Mundial, para implementar políticas impopulares. Calderón aprovechó un partido de la selección mexicana de clasificación al Mundial de 2010, para tomar las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro, para después extinguirla. 

No sólo se trata de una falta de interés de los medios en lo que pueda pasar fuera del Mundial. No se trata sólo que sea de interés general el resultado del Argentina-México o el Inglaterra-Estados Unidos, sino que hay todo un mecanismo de marketing, posicionamiento de marca y publicidad que nos atiborra la mente del Mundial, generando que otros temas no puedan hacer eco, aunque puedan ser importantes. 

En las últimas semanas la discusión sobre la Reforma Electoral se ha incendiado. El objetivo desde el Gobierno, es reformar al Instituto Nacional Electoral (INE) para que sea una institución cuyo consejo directivo sea conformado por votación popular, entre otros puntos. Para empujar el respaldo popular a su iniciativa, el oficialismo se ha encargado de posicionar la narrativa de que el INE es corrupto, de que el INE responde a intereses diversos a los del pueblo de México, que el INE es caro e ineficiente. Lo ha hecho por todos los medios posibles, redes sociales, medios, discursos legislativos. Incluso ha impulsado a la CNDH, otro órgano constitucional autónomo para que se pronuncie a favor de una modificación del INE por medio de una recomendación general, lo cual es a todas luces una bajeza. 

Es importante decir que en toda esta narrativa existen algunas falacias, por no decir mentiras, que poco abonan y que poco contribuyen a mejorar nuestro sistema electoral. Por ejemplo, la narrativa oficial en contra del INE acusa a esta institución por orquestar fraudes electorales, sin señalar que se trata de una institución que ha sido reformada casi casi después de cada elección presidencial. 

Lo hemos repetido múltiples veces, la evolución del INE está aparejada con la evolución democrática del país. No se puede juzgar al INE por los errores de un instituto a cargo de la Secretaría de Gobernación, porque por eso mismo se creó al IFE como institución autónoma y ciudadana. No se puede juzgar a una institución que fue señalada por participar en un supuesto fraude electoral en 2006, porque a partir de esa problemática es que se hizo una reingeniería institucional para generar un instituto más fuerte para disminuir la incertidumbre y fortalecer la confianza en las elecciones. 

Por lo tanto, no se sostiene el argumento del fraude electoral en una institución que desde su creación como INE ha sido organizadora y supervisora de elecciones que han generado múltiples alternancias y que han resultado en que el partido en el Gobierno, Morena, cuente con mayorías en múltiples congresos locales, en los gobiernos estatales, en las Cámaras del Congreso. Tampoco, por lo mismo, se sostiene el argumento de que el INE responde a intereses diversos a los de vigilar que las elecciones se lleven a cabo conforme a derecho. 

Esta reforma no responde a problemas del órgano electoral o del sistema electoral en las últimas elecciones, sino al interés del partido oficial de generar reglas e instituciones que le permitan mantener y fortalecer su posición dentro del sistema de partidos. Para lograrlo, están dispuestos a arruinar años de evolución institucional, con la finalidad de desvirtuar su naturaleza técnica para convertirla en una institución, ahora sí, esencialmente política. El riesgo a primera instancia es que las decisiones serán argumentadas con menor calidad generando mayor desconfianza e incertidumbre en las elecciones, poniendo en riesgo la estabilidad política del país. 

Lo que viene no es un tema menor, por ello aun cuando el oficialismo quiera empujar su reforma durante el mes de noviembre, le propongo al Congreso y a la oposición tomarse las cosas con un poco más de calma, disfrutar de vez en vez alguno de los partidos del Mundial y evitar una discusión apresurada y al vapor con repercusiones gigantescas para el futuro democrático del país.