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Otro conflicto electoral a la vista

VIÑETAS LATINOAMERICANAS

Rafael Rojas
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Desde hace años, las dos fuerzas políticas fundamentales de la izquierda boliviana libran una batalla a muerte. Surgidas del mismo partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), esas dos fuerzas, una encabezada por Evo Morales y la otra por el actual presidente, Luis Arce, están batallando con las leyes electorales del país para asegurar la hegemonía de aquí a 2025 y después de las elecciones de ese año.

El calendario electoral se ha complicado este año porque las elecciones primarias presidenciales, en las que deberían competir Morales y Arce, han coincidido con las de los jueces populares. Por si fuera poco, el presidente Luis Arce ha convocado a un referéndum, en el que se decidiría, además de sobre la subvención de precios de combustibles y la distribución territorial de los diputados de la Asamblea plurinacional, sobre el tercer periodo de Morales.

La Constitución de Bolivia y el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) han dejado claro que un presidente no puede gobernar Bolivia más de dos periodos. Morales, sin embargo, logró reinterpretar las leyes y arrastrar al poder judicial electoral a su favor entre 2018 y 2019. Ahora, Arce intenta reforzar los candados legales contra la reelección con un referéndum cuyos otros dos puntos son de probada popularidad en Bolivia.

Con independencia del resultado del referéndum reeleccionista, que ya perdió en 2016, Morales tenía a su favor las elecciones presidenciales primarias, donde podía movilizar su apoyo entre las bases masistas. Pero, a través de un oportuno acuerdo con las oposiciones, Arce ha logrado posponer las primarias y priorizar las elecciones judiciales en diciembre de este año.

Con esa hábil jugada de su principal rival, la búsqueda de la reelección presidencial se vuelve para Evo Morales una carrera cuesta arriba de aquí a 2025. Aún así, es difícil imaginar que el presidente desista en ese empeño, en el que ha estado enfrascado los últimos cinco años. Su lucha está completamente entrelazada con su aspiración de regreso al poder, que considera “derecho humano de su persona”.

El caudillismo, bajo la forma de la reelección permanente, ha sido la gran tara de las izquierdas bolivarianas. Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Daniel Ortega heredaron esa adicción al poder perpetuo directamente de Fidel Castro. Evo Morales pertenece a la misma clase de gobernante, cuyos peores legados estamos viendo ahora mismo en Venezuela y Nicaragua.

Quienes alientan o toleran ese reeleccionismo en Bolivia, son los mismos que lo han hecho en Nicaragua y Venezuela. No sólo eso: quienes no ven otra salida a la crisis boliviana que el regreso de Morales al poder son, también, los que ahora mismo justifican la permanencia en el mando de Maduro y Ortega con argumentos que mezclan, en una indigerible retórica, el peor bloquismo antioccidental, disfrazado de “decolonialidad”, y una personalización del liderazgo que recuerda las dictaduras del siglo XIX.