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Reinventar la diplomacia latinoamericana

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Alfonso Reyes Ochoa (1889-1959)Foto: wikipedia.com
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No siempre se reconoce en su justa medida, que es amplia, el papel de Alfonso Reyes en la creación de los protocolos de lo que se daría en llamar la Doctrina Estrada. El escritor sería representante diplomático de México en Argentina y Brasil entre 1927 y 1936 y sus notas a las cancillerías, encabezadas, entre otros, por Genaro Estrada, José Manuel Puig Casauranc y Emilio Portes Gil, fueron una fuente clave de la formulación de ese principio diplomático.

En sus informes, Reyes describió al detalle los “fenómenos revolucionarios” que, entre 1930 y 1935, tuvieron lugar en República Dominicana, Bolivia, Perú, Argentina, Brasil, Chile y Cuba. Aquellas revoluciones que, según el caso, llamó “pacíficas”, “dictatoriales” o “caudillistas”, de izquierda, derecha o una amalgama de ambas, provocaron el derrocamiento de gobiernos como los de Hipólito Yrigoyen en Argentina, Washington Luis en Brasil, Augusto Leguía en Perú y Gerardo Machado en Cuba.

Lo que proponía Reyes, para la diplomacia mexicana, era un juego de riguroso equilibrio a favor del marco interamericano, aprovechando la presidencia de Franklin D. Roosevelt. Ese equilibrio debía contribuir a que los nuevos regímenes latinoamericanos, democráticos o no, no derivaran hacia el fascismo. Para lograr ese objetivo de puente entre las Américas, México debía tomar distancia de los diferendos y partidismos regionales.

Aquellos informes, reunidos por Víctor Díaz Arciniega en Misión diplomática de Alfonso Reyes (2001), contienen múltiples enseñanzas para el diseño y ejecución de la política de México hacia América Latina y el Caribe en este turbulento siglo XXI. El saldo de este sexenio, en dicha materia, no es alentador, por lo que valdría la pena repensar a fondo la forma en que México ejerce su liderazgo natural en una región con sus principales foros multilaterales implosionados.

Un libro reciente, El mundo visto desde América Latina (Siglo XXI, 2024), coordinado por Jean-Marie Chenou, Ana Covarrubias y Carla Yumatle, tres expertas en las relaciones internacionales latinoamericanas, ofrece algunas pistas para emprender esa tarea. Ante el deterioro de foros regionales e interamericanos, en un contexto global inestable, marcado por guerras en Ucrania y Gaza y la rivalidad entre Estados Unidos y China, el volumen llama a reconstruir el multilateralismo de un modo radical.

La diplomacia diaria latinoamericana ofrece un panorama lamentable de presidentes que se insultan mutuamente y gobiernos que se disputan la primacía en foros de gran impacto global como la Celac o la Alianza del Pacífico. Este libro, en cambio, llama a dotar de la mayor visibilidad los temas de fondo de la agenda multilateral: justicia social, derechos humanos, soberanía o “reterritorialización” alimentaria, bienestar comunitario, coproducción socio-ambiental, “horizontalidad minimalista”.

Esta última formulación, desarrollada en el libro por Carolina Urrego-Sandoval y Javier Ernesto Ramírez Bullón, parte de la crítica, por un lado, al “estado-centrismo” en las relaciones internacionales, y, por el otro, al predominio de los enfoques “Norte-Sur” en los foros multilaterales. Los autores invitan a rebasar ambas lógicas por medio de un mayor protagonismo de las sociedades civiles y los vínculos Sur-Sur en las políticas exteriores.

Puede sonar un tanto utópica la propuesta, pero en áreas de riesgo permanente como las de migración, seguridad y medio ambiente, otros autores del volumen, como Inge Helena Valencia, Arlene B. Tickner y Naín Martínez, identifican posibilidades de desarrollo en los próximos años. En cualquier caso, el más mínimo avance en esas direcciones dependerá de la presión que puedan ejercer las propias comunidades y de qué tan abiertos estén los gestores de la política exterior a escuchar voces como las de los académicos reunidos en este libro.