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Valeria López Vela

Elegir la batalla por las mujeres

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Ante las atrocidades tenemos que tomar partido.

El silencio estimula al verdugo

Elie Wiesel

Los casos de violencia sexual en el mundo van en aumento. A pesar de las campañas internacionales, de los esfuerzos económicos, de las denuncias en redes sociales o los protocolos, las incidencias crecen y la crueldad no deja de asombrarnos.

Las últimas semanas, en Francia y en España, se han presentado casos que desmoralizan al más optimista. Pareciera que, cada día, las mujeres vemos cómo retroceden nuestros derechos, nuestras libertades y se minimiza nuestra dignidad. Todo ello, frente a la mirada incólume de los testigos silenciosos, los cómplices y los encubridores de los violentadores sexuales.

Los españoles no terminan de creer el incremento de las violaciones grupales; lo mismo en Mallorca, Lugo o Murcia, mujeres de todas las edades y en circunstancias diversas han sido agredidas de esta forma. Todavía en 2016, este tipo de ataque era poco común y, por ello, la agresión de “la manada” en los San Fermines cobró notoriedad internacional. A siete años de distancia, el fenómeno está muy lejos de revertirse; por el contrario, los casos aumentan cada año. En España, cada dos horas se denuncia una agresión sexual con penetración, según los datos del Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior. Entre enero y marzo el número de denuncias por delitos contra la libertad e indemnidad sexual creció 16.9%. Durante el verano, el número de denuncias por violencia sexual alcanzó el récord de nueve cada día.

En Francia, el ataque del monstruo de Cherburgo dejó sin palabras a la sociedad entera. La brutalidad del ataque hizo que los médicos encargados de atender a la víctima tuvieran, a su vez, que ser atendidos por estrés postraumático. Desde entonces, el ciclo de la violencia sexual ha aumentado tanto en la vía pública como en los domicilios privados. De acuerdo con datos oficiales del gobierno, en 2022, 84,500 personas sufrieron algún tipo de violencia sexual.

Con esta información, y viviendo en el país en el que se cometen 11 feminicidios por día, cada día tengo menos

esperanzas. Al mismo tiempo, no dejo de preguntarme: ¿cómo fue que llegamos hasta aquí?, ¿por qué es tan difícil respetar los cuerpos de las mujeres?, ¿qué hace falta hacer para detener esto?

Y, como siempre, encuentro en las palabras de los filósofos la respuesta. Edmund Burke, filósofo político, dijo que “para que el mal triunfe sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”. Y, desafortunadamente, frente a casos difíciles de violencia de género, he visto guardar silencio a respetables profesores, mirar hacia otro lado a compañeros de trabajo, hacer acusaciones falsas a jóvenes estudiantes, manipular la interpretación de los protocolos para defender a los agresores, a los funcionarios encargados de operarlos o tener un subregistro de casos antes de admitir la incapacidad en la atención y resolución de los casos.

Y, sobre eso, solamente queda optar por dos opciones: asumir la responsabilidad moral e histórica de la inacción o dar la batalla feroz —cada día y todos los días— por defender la dignidad de las mujeres. Yo opto por la segunda. ¿Y usted?