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Valeria López Vela

Rumbo al 8 de marzo

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela
 *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Cada año, cuando se acerca el 8 de marzo, las instituciones recuerdan las obligaciones que tienen con las mujeres: renuevan los pronunciamientos de cero tolerancia, insisten en hablar sobre la equidad y organizan eventos efímeros con los que cumplen con la fecha, sin tener un compromiso verdadero.

Y aunque parece que la fecha se ha conmemorado suficientes veces, la realidad es que los derechos humanos de las mujeres siguen en riesgo y en retroceso.

El caso más extremo en el repliegue de los derechos de las mujeres, lo hemos visto en Afganistán en donde el régimen talibán ha prohibido la educación, el trabajo y el libre desplazamiento de niñas y mujeres. Aún al escribir estas líneas me cuesta trabajo creer que esto ha ocurrido en los últimos seis meses, bajo la mirada indiferente de la comunidad internacional.

En México las cosas no van mejor. El índice de feminicidios ha aumentado en los últimos años y las políticas públicas se han borrado de la agenda nacional.

¿Qué se puede hacer frente a esta situación?

Lo primero que hay que asumir es que la violencia contra las mujeres es estructural; esto quiere decir que pasa continuamente, que las instituciones —escolares o laborales— no están diseñadas ni pensadas en los perfiles femeninos. Así, una primera mejora tendría que considerar la reconciliación entre las labores de cuidado y el empleo o el estudio. Esto, se ha escrito, dicho y promovido hasta el hartazgo. Y muy poco se ha logrado.

Lo segundo que hay que reconocer es que las personas tenemos prejuicios y estereotipos de género y que, con base en ellos, juzgamos injustamente a nuestras conciudadanas. A manera de ejemplo, recuerdo un caso en que la comisión encargada de atender un evento de violencia de género dictó medidas de protección, para proteger al agresor de la mujer a la que había intentado golpear. El presidente de la comisión le pidió a la víctima que “perdonara 70 veces 7 al agresor” y que si no era suficiente “lo hiciera 70 veces más” y la titular del órgano interno de control abrió una investigación en contra de la sospechosa víctima.

En tercer lugar, hay que reconocer que la misoginia no es solamente el desprecio por las mujeres, sino el castigo por romper los cánones sociales alrededor del estereotipo femenino. Así, las mujeres que salimos a trabajar somos juzgadas duramente sobre nuestro comportamiento.

Defender los derechos humanos, cada día y todos los días, reconocer que las estructuras desfavorecen el desarrollo de las mujeres, cuestionar nuestros estereotipos y prejuicios de género y verificar que nuestras acciones u omisiones no respondan a modelos misóginos son buenas prácticas que pueden mejorar, realmente, las condiciones de las mujeres. Lo mismo en México, Afganistán o en cualquier parte del mundo. Sin esto, el 8 de marzo es el espectáculo con el que los machistas maquillan sus violencias: ¡no caigamos en su juego!