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Valeria López Vela

Trump: 37 nuevos cargos

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Ayer, nuevamente, le fueron fincados cargos a Donald Trump. El expresidente, precandidato, empresario pero, sobre todo, el hombre que enfrenta 37 cargos ha dicho que es inocente. Es difícil creer a una persona que, sistemáticamente, miente, engaña o tergiversa.

Hay un viejo recurso en el derecho inglés que se llama “prueba de carácter”. Antes de contar con investigaciones sofisticadas —fotografías, pruebas de ADN y videos—, los policías buscaban similitudes en la conducta de la persona señalada para mostrar que había un patrón recurrente de conducta. A esto le llamaban, “prueba de carácter”.

Hoy podríamos pensar que se trata de un método poco sofisticado e impreciso. Pero sigue teniendo algo de valor pues las personas —como bien dijo Aristóteles— somos animales de hábitos: caminamos, queriéndolo o no, sobre nuestras huellas.

Entre todos los procesos judiciales que tiene abiertos Trump suma 71 cargos. En términos generales, las acusaciones son:

- Sustracción ilegal de documentos clasificados:

- Actos sediciosos del 6 de enero, asalto al Congreso en 2021

- Conspiración

- Obstrucción de la certificación oficial del resultado de las elecciones del 2020

- Posible fraude

- Investigación sobre los comicios presidenciales en Georgia

- Pagos de dinero secretos a la actriz de películas porno Stormy Daniels durante la campaña presidencial de 2016

- Demanda por prácticas comerciales en Nueva York

Y con todo esto, Trump sigue contando con una altísima popularidad entre las huestes del Partido Republicano. No termino de entender por qué sigue siendo atractivo que dirija un Estado alguien que, claramente, no puede dirigir sus propios instintos.

La actual política estadounidense parece una serie de ficción, en la que se debate si un participante con discapacidad visual, que no distingue formas, colores ni tamaños, puede ser corredor de autos de Fórmula 1. A todas luces, el riesgo es altísimo para todos: para la escudería dueña del automóvil, para los otros pilotos, para el público, para los mecánicos.

Ese disparatado incapaz es Donald Trump. Y por más sex appeal que tengan sus burdas mentiras y sus teorías conspiracionistas, tenemos la obligación de tomarnos la carrera en serio. Estos tiempos populistas dicharacheros han devaluado el valor de las palabras, enaltecido las mentiras y el cinismo, encumbrado a ineptos. En una falsa ola de democracia, todo lo que no huela a fama para el pueblo se desecha. Así, los políticos profesionales —que nunca fueron perfectos— han sido reemplazados por niñetes hambrientos de reflector, incapaces de seguir procedimientos, borrachos con las tres primeras gotas de poder.

La responsabilidad histórica del destino de nuestros países y regiones no puede ser soslayada por la caprichosa inmediatez de los políticos advenedizos.