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Valeria Villa

Cuando todo es narcisismo

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El concepto de narcisismo casi siempre nos remite a personalidades expansivas, exhibicionistas y malignas como la de algunos jefes de Estado, pero esta palabra es muchas cosas a la vez: una estructura de personalidad, un rasgo presente en todos y también la cantidad y el tipo de energía con la que cargamos a nuestro yo. En otras palabras, qué tanto nos amamos, con cuánta fuerza de autoconservación contamos y cuánta energía es de vida o de muerte, porque desde 1921 sabemos que el placer no es el único motor del aparato psíquico y que la melancolía extrema, la aniquilación de los deseos y la fantasía de volver a la no existencia, es también una fuerza que puede arrasarlo todo.

Personalidades narcisistas son, según Nancy McWilliams, aquellas cuya autoestima depende de la aprobación externa y no interna. A todos nos afecta el rechazo de la gente que nos importa pero en los narcisistas esta motivación eclipsa a las demás. El narcisista minimiza el daño que hace a los otros y lo ve como trivial o necesario. En lo íntimo siente terror a la insuficiencia, vergüenza, debilidad e inferioridad. La envidia lo mueve. Se sabe deficiente por lo que intenta destruir al otro, denigrándolo, despreciándolo o ridiculizándolo. Los mecanismos de defensa predominantes: Idealización de sí mismo y devaluación de los otros o al revés. Tiene una pésima relación con el fracaso por tener ideales no realistas. El fracaso lo hace sentir inadecuado y no simplemente humano. Del sentimiento de fracaso se sigue la depresión.

El amor es aceptar a una persona sin juzgarla ni explotarla. Amar a los otros tal y como son sin idealizarlos. El amor es reconocer a los otros y lo que necesitan y no sólo ver lo que pueden hacer por nosotros. Lo más dañado en la personalidad narcisista es la capacidad de amar. La necesidad de los otros es profunda e intensa, pero el amor como generosidad es superficial. La personalidad narcisista suele haberse conformado en una atmósfera familiar de constante evaluación. Cuando el hijo decepciona recibirá la crítica explícita o implícita de los padres.

Estos pacientes necesitan trabajar en la autoaceptación y en la capacidad para sostener relaciones profundas. Pueden mejorar si desarrollan paciencia y aceptación frente a las imperfecciones. Una actitud más humana y realista más que crítica y omnipotente. También necesitan ser humildes, para incorporar una actitud realista hacia las fragilidades propias. Karen Horney creía que las personalidades narcisistas tienen origen en un estilo particular de crianza: si los padres sobrevaluaron o devaluaron excesivamente a los hijos, éstos crecerían con un monto anormal de hambre de reconocimiento y validación. Según André Green, el narcisismo es la expresión de la ilusión unitaria: buscar la unidad perfecta con el otro. El narcisismo es proporcional a lo lastimada que está una persona, generalmente decepcionada de los dos padres. ¿Qué objeto le queda para amar sino ellos mismos? Como los padres nunca se enamoraron del niño, la herida a su omnipotencia le deja incapaz de desarrollar un cuero duro que en los demás parece hacer las veces de piel.

La madurez psíquica se manifiesta en la capacidad para reconocer al objeto como es en sí y no como mera proyección del yo. Desde la ceguera subjetiva al encuentro verídico. El narcisista confunde los objetos fantasmáticos con los objetos reales. El objeto entra en conflicto con el yo. El deseo es el movimiento por el cual el sujeto es descentrado. El objeto de la falta le hace vivir la experiencia de que su centro ya no está en él, sino fuera, en un objeto que está separado y con el que trata de reunirse en una unidad. La separación espacial, la diacronía temporal con el objeto, pasa por la inevitable demora de la vivencia de la satisfacción que se opone al cumplimiento pleno del deseo. En el narcisismo positivo, se neutraliza al objeto y se consigue una independencia preciosa pero precaria, porque nunca podrá el yo reemplazar totalmente al objeto. El deseo de no deseo lleva a la muerte. La vida se hace equivalente a la muerte porque es liberación de todo deseo. La muerte psíquica es el deseo de que muera el objeto: la anorexia de vivir.