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Valeria Villa

No soy yo, eres tú

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Todos hemos utilizado la palabra proyección para hablar de alguien que pone en el otro algo que pertenece a su mundo interno. Aunque se use con frecuencia, no se sabe con exactitud qué es lo que se proyecta, para qué sirve este mecanismo defensivo y en qué se puede trabajar para ser menos proyectivo y hacerse cargo bastante más.

Dice Melanie Klein que se proyecta el objeto interno, que es el resultado de la persona real más las fantasías y las representaciones que hemos construido de ella. También se externaliza un conflicto interno y se proyectan partes del sí mismo (del self).

La proyección es una defensa mediante la que atribuimos un sentimiento inconsciente, un impulso o partes del sí mismo a otra persona como resultado de un conflicto interno.

Lo más frecuente es proyectar un sentimiento, pero se pueden involucrar varios aspectos del self:

La proyección de un sentimiento es atribuir sentimientos propios a otros. Por ejemplo, creer que alguien está enojado contigo cuando el enojado eres tú. También cuando alguien es muy agresivo con el mundo y percibe esa agresividad y malas intenciones en la gente que lo rodea.

La proyección del superyó: sabemos que el superyó es la ley internalizada que nos enseñaron nuestros padres. El superyó es de los padres. Las figuras rígidas, estrictas, descalificadoras dan origen a un sistema destructivo internalizado, que se convierte en una instancia maligna, en una voz que persigue.

Proyectar el superyó es atribuir la autocrítica destructiva y el juicio a otros, y entonces la persona cree o se preocupa de que otros lo criticarán y lo juzgarán.

La proyección de los deseos es no hacerse cargo de los propios deseos y atribuírselos a otros. El ejemplo clásico es acusar a la pareja de infidelidad cuando quien tiene el deseo es quien acusa. Preguntarle a la pareja si quiere salir con otras personas, si se quiere acostar con su amigo, es casi siempre una proyección. Freud decía que el marido celoso puede encubrir homosexualidad.

La proyección es una distorsión de la realidad, que está asociada con fragilidad psíquica, con intolerancia a la ansiedad y con pérdida parcial de la prueba de realidad.

A veces pensamos que los demás nos intentan lastimar sin tener ninguna evidencia. Esta creencia se puede activar especialmente cuando una circunstancia dolorosa acerca a la persona a zonas primitivas de rabia o de furia. Por ejemplo, cuando se termina una relación amorosa pueden revivirse sentimientos infantiles de abandono difíciles de procesar y la proyección aparece como una forma de evadir responsabilidad en la ruptura. El otro es el único responsable de la destrucción y se convierte al amor en odio. Es común escuchar a alguien quejarse y hablar muy mal de la expareja. Era un miserable, egoísta, cruel, no cumplía sus promesas, etc. Es raro que quien se queja sea capaz de ver cómo contribuyó al fracaso de la relación, empezando por haber elegido a tan mala persona.

La proyección es un reto en el tratamiento de fragilidad grave, asociada a organizaciones borderline de la personalidad. Confrontar a alguien así de frágil debe hacerse con cuidado y en el momento adecuado.

Dejar de utilizar la proyección como forma de defenderse requiere del desarrollo de la capacidad de auto observación, de autocrítica constructiva, de poder separarse de las percepciones distorsionadas y tener una visión más clara y justa de la realidad. Este trabajo se hace en terapia.

También puedes escuchar la columna aquí.

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