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La organización de la rabia

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Son muchísimos los textos que se pueden leer sobre feminismo, nadie podrá acusar al movimiento de falta de interés por ilustrar a quien tenga vocación, sobre los ideales y las exigencias de este movimiento político que es la revolución más importante del siglo XXI.

Las mujeres exigiendo es una de las imágenes más odiosas para muchos hombres y mujeres que en pleno 2022 piensan que las formas son muy importantes para que lleguen los mensajes, pero la rabia es parte ineludible de la protesta. La rabia que nace de la indignación, de la injusticia, de las violaciones multitudinarias, de los cientos de desaparecidas y luego desechadas, como si fueran cosas, en los límites de las ciudades, en terrenos baldíos, en ríos y canales. El odio contra las mujeres que estudian, que trabajan, que tienen muchos novios, que se atreven a caminar solas o a tomar un taxi en la noche. El odio que se vuelve muerte todos los días en la estadística que no se detiene ni se revierte. De enero a noviembre de 2021 fueron asesinadas en México tres mil 462 mujeres. Diez mujeres muertas al día. Las mujeres están tan solas como siempre en este gobierno que prometió transformación, que ha dejado claro que la causa feminista le tiene sin cuidado. El Presidente defiende a violadores y acusa a las mujeres de querer minar a su gobierno y de estar financiadas por los neoliberales. “Vándalas, infiltradas por la derecha”, ha dicho López Obrador, con el desprecio que lo distingue. Esas diez mujeres que mueren todos los días en este país no significan nada para el Estado omiso que protege monumentos y abandona a las mujeres todos los días.

La protesta es la organización de la rabia y la politización del dolor. Todo lo que se hace durante la protesta es performance, comunicación, combate. Así tendría que entenderse y ser acogida. Una de cada tres mujeres ha sufrido violencia por parte de sus parejas en este país. Una de cada tres sostiene, como puede, un hogar. Todas las mujeres ganan menos que los hombres en puestos idénticos. Todas las mujeres que salen a la calle tienen qué pensar cómo vestirán, qué ruta tomarán, quién las puede acompañar, porque saben que de la calle no siempre se regresa. La rabia femenina es mal vista y se enfrenta con el rechazo social. La construcción sociocultural de las emociones siempre abre una brecha entre lo que la sociedad espera que sintamos y lo que realmente sentimos.

En México hay más de 15 mil casos de mujeres desaparecidas desde 2006 a la fecha. Cuatro de cada diez casos son mujeres entre los 15 y los 24 años. Laura Castellanos, reportera feminista, relata que las feministas radicales son menores de 25 años, son de clase media o popular y se mueven en transporte público. “Nos quitaron tanto, que terminaron quitándonos el miedo”, pintan en la pared.

También hay feministas académicas e institucionales, menos radicales, que dudan que las acciones directas de protesta aporten algo a la lucha de las mujeres.

No hay un cuerpo teórico que explique y mitigue el dolor de las madres que han perdido a sus hijas a manos de feminicidas. Esas mujeres, sin excepción, han gritado como lo hizo Yesenia Zamudio, madre de María de Jesús Jaime, quien fue lanzada de un quinto piso: “Tengo todo el derecho de quemar y romper, no le voy a pedir permiso a nadie porque rompo por mi hija y la que quiera romper que rompa y la que quiera quemar que queme y la que no, que no nos estorbe”.

La causa de una es la causa de todas, si matan a una nos matan a todas. Es así, mediante el mecanismo de la identificación, que se logran contingentes cohesivos, con fuerza política y con sentido existencial. Ni una más.