En 1991, José Agustín iba a estar en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. El motivo era lo de menos, pero Gerardo de la Cruz y su amigo Alberto tenían que estar ahí. Este texto, que raya en la comedia y el absurdo, narra la anécdota de ese momento clave en el que un joven de 16 años conoce a su ídolo para que le firme sus libros. A partir de una oralidad que nos recuerda la voz desenfadada del escritor, somos partícipes del espíritu rebelde y de la emancipación juvenil, a contracorriente, que definió la literatura de la onda
El idolazo de bronce
Gerardo de la Cruz .
La improbable amistad de un aspirante a escritor —que tenía entonces 19 años— y uno ya formado, maduro —de 56— permitió que a lo largo de los años disfrutaran lecturas, algunas copas, mesas de dominó, música, impresiones sobre cine y varias madrugadas pero, sobre todo, fue la vía para que el maestro compartiera sin reservas su experiencia vital. Gerardo de la Cruz, quien además fue alumno de De la Torre en el taller de cuento que éste impartía, rememora esa relación desde su inicio, a bordo de un autobús, cerca de la Sogem.
Un recuerdo sin dobleces
Gerardo de la Cruz .
La brevedad que profundiza o trastoca lo dicho fue una de sus divisas y enseñanzas. Lúdico, antisolemne, de una suave ironía que incita a la sorpresa, a veces amargo en su visión del mundo, cada uno de los libros de Augusto (Tito) Monterroso lanza un desafío de ingenio para el lector. En este número de El Cultural celebramos el centenario de su nacimiento —que se cumple el próximo 21 de diciembre. En el punto de partida colaboran Eduardo Torres y Gerardo de la Cruz, con un ejercicio que sigue los pasos de Lo demás es silencio, acompañado por una muestra sumaria de la obra. Invitamos además a diez escritores mexicanos, tanto colegas como discípulos, amigos y entusiastas de Tito, que comparten sus recuerdos y nuestros lectores podrán reconocer. Por cierto, con esta edición despedimos el 2021. Nos leemos el próximo año. Adelante.
Tito cumple cien años
Gerardo de la Cruz .
Diseñador gráfico, editor y artista plástico, en la segunda mitad del siglo XX su nombre se asoció de forma indisoluble al movimiento cultural en nuestro país. Nacido en España y baluarte del abstraccionismo, Vicente Rojo decía que en sus obras intentaba mostrar escenas íntimas, de modo que cada pieza pudiera ser percibida por el espectador como un susurro o un canto. Gerardo de la Cruz conoció a ese hombre pequeño, “de facha franciscana” y curiosidad laboriosa. En las siguientes líneas lo recuerda con cariño.
Vicente Rojo: memoria y estampa
Gerardo de la Cruz .
Un muchacho que es aprendiz de joyero en la España de la posguerra civil aprovecha los ratos libres en el taller para garabatear historias, sin más guía que su incipiente olfato lector. Luego, una escritora le dará el impulso definitivo, animándolo a publicar. De ese modo se gestó la personalidad literaria de Juan Marsé, autor catalán nacido en 1933 y que murió el pasado 18 de julio. Presentamos un vistazo a su biografía y las estaciones principales de su trayecto creativo, con la apuesta de lucha y resistencia humana que lo distingue.
La forja de un escritor
Gerardo de la Cruz .
Durante el periodo estalinista, el régimen soviético llevó al extremo la exigencia —para sus intelectuales y escritores— de cumplir los dictados del poder, entre ellos, glorificar la revolución y a su líder. Así se perfiló el llamado realismo socialista. Para quienes no se ajustaban al modelo quedaba el silencio, la ruina, el Gulag, el exterminio. Como este ensayo apunta, nombres y obras de aquella época fueron borrados de la historia. Algunos han regresado con fuerza, mediante el trabajo de los investigadores. Este caso reúne cualidades geniales
Sigizmund Krzhizhanovsky, su verdadera vida
Gerardo de la Cruz .