Dejar la piel a un lado y explorar otras opciones vitales, mirar con ojos nuevos: en esta era de borramiento de límites entre géneros literarios, entre lenguas y definiciones sexogenéricas, el drag es una expresión artística para personas que gustan disfrazarse, sin importar su orientación sexual, como parte de un show que incluye maquillaje exagerado, vestuario, actuar un personaje. La palabra parece venir de la frase dressed as a girl (vestida como mujer, aunque ahora se usa más ampliamente). Aquí, Héctor Ríos sigue a Sara, mujer trans que encarna a Mexican Divine: así revela las dificultades, la satisfacción, lo que implica su oficio cotidiano.
Mexican Divine, la drag queen
Héctor E. Ríos González
Esta crónica de un crimen escalofriante confirma una vez más que las posibilidades del asombro no tienen límites. Convierte un tema de nota roja en material literario, como algunos paradigmas de las letras contemporáneas —Truman Capote, Norman Mailer. A su vez, en México, por citar algunos, Vicente Leñero investiga el asesinato del matrimonio Flores Muñoz, Jorge Ibargüengoitia recrea la barbarie de Las Poquianchis y, en años más recientes, Bernardo Esquinca ha tratado el caso de La Mataviejitas. En esa herencia se inscribe el siguiente relato que va de la Ciudad de México a Puebla para mostrar, sin paliativos, los signos de una descomposición social que no tiene precedentes.
La cicatriz de Tadeo
Héctor E. Ríos González