Bajo el cofre encontramos un V8 Predator de 5.2 litros Supercargado que nos ofrece 760 caballos de fuerza en el rango de las 7 mil 300 rpm y genera un torque de 525 libras pie a las 5 mil revoluciones.
El motor está acoplado a una transmisión robotizada de doble embrague de siete cambios manufacturada por Tremec y precisamente la transmisión es una de las cosas que ha hecho que los puristas frunzan el ceño, ya que las cajas de doble embrague no van con un Muscle Car, y a esos puristas recalcitrantes les digo que por más ortodoxo que se pretenda ser no se le puede dar la espalda a la tecnología, y a ese respecto las cajas de doble embrague han demostrado que son lo más rápido que puede haber en cuestiones mecánicas.
Otra de las cosas que brilla en el GT500 es el esquema de suspensión: del eje delantero hay poco que explicar, ya que recurre al confiable sistema MacPherson. El eje trasero es multibrazo e independiente, ya que desde que nació la sexta generación de Mustang en 2014 todos tienen esta necesaria virtud. Los ingenieros de Ford nomás tardaron 50 años en darse cuenta que tanta potencia no es fácil de controlar en un vehículo que tiene una suspensión de camión en el eje trasero. Además de una suspensión muy precisa en el GT500 nos encontramos en las cuatro esquinas amortiguadores con actuadores magnetoreológicos denominados Magneride y funcionan así: El amortiguador trabaja modificando su dureza en función de las necesidades de conducción y basándose en la información recibida de sus sensores periféricos colocados en el vehículo y que se encargan de informar de la situación de la carretera y otros parámetros del vehículo. Todo esto lo realizan en nanosegundos.
El sistema de frenos está firmado por Brembo y tiene discos flotantes de 15.5 pulgadas con mordazas de seis pistones en el eje delantero y de 15 pulgadas con mordazas de cuatro pistones en el eje trasero.
A diferencia de otros Shelby que he tenido la oportunidad de conducir noto que en el GT500 hay mejores materiales en el interior, los asientos son envolventes y ofrecen un excelente soporte lateral sin ser incómodos.
Una de las primeras cosas que desconcierta es la ausencia de una palanca de cambios… ¡En efecto, no la hay! En su lugar encontramos una perilla selectora colocada en la consola central y en el caso de decidir hacer el cambio manual, para ello están las paletas en el volante.
Toda la atmósfera a bordo está enfocada al manejo deportivo, desde la apariencia del cuadro de instrumentos hasta las Track Apps en donde el conductor puede elegir la información y función desplegada, por ejemplo los tiempos por vuelta -en el caso de usarlo en un circuito-, también con las Track Apps se puede seleccionar y activar el “Launch Control” para arranques de cero al más puro estilo de la NHRA. Otra cosa que se agradece con una enorme sonrisa en cuanto se actica es el sonido del sistema de escape, que tiene cuatro ajustes: Manual, Silencio, Sport y Pista.
Ya habituado al interior que nos abofetea con mucha información y bien acoplado en los recaro empiezo la primera de muchas vueltas en la pista con esta bestia, y no niego que hay mucho respeto, precaución y algo de miedo al liberar esos 760 caballos.
Los anteriores Shelby que había tenido la oportunidad de manejar en pista exigían muchos conocimientos físicos para manejar y anticipar las violentas transferencias de peso, mismas que exigían una gran suavidad de reacciones tanto del volante como del acelerador al administrar la potencia al piso. Pues les cuento que en el GT500 esas cosas son del pasado, ya que gracias a la puesta a punto y al impecable trabajo de la suspensión Magneride es mucho más fácil llegar a los límites en una pista, al más puro estilo de un Coupé Gran Turismo Europeo, ahora si el Shelby está a la altura dinámica de Aston Martin por ejemplo, sin dejar de mencionar a los alemanes de alto desempeño, y sin olvidar de los italianos que triplican el precio.
Un verdadero GT, con facultades y con muchos años de aprendizaje y desarrollo detrás.
Siempre lo dije, los Shelby hasta la sexta generación eran camiones extra poderosos, impredecibles e incontrolables. Hoy los señores ingenieros de Dearborn en las cercanías de Detroit me han callado la boca y han presentado al mundo un producto simplemente espectacular ¡Bravo!
El dato: Transmisión de 7 velocidades y doble embrague que realiza cambios en menos de 100 mil segundos, lo cual, es notablemente más rápido.
Seamos claros, un GT500 no es una compra racional, es netamente pasional, no es un coche para uso diario, no es práctico y en condiciones de tránsito severo seguramente sufrirá muchísimo.
Si te hierve la sangre con un Shelby, te gusta tener un trozo de historia en tu garaje y te sobran 2.3 millones de pesos corre a comprarlo, que sólo hay 150, para 150 locos por el poder embriagador…
¡Yo siempre dije “Los Shelbys son camiones”, y hoy tendría uno sin problemas!
Hoy ya no es un camión, es un verdadero GT.