Sentimentalismo aparte, porque confieso que en mi “corazón de condominio” viven muchos autos de los que estoy enamorado, Dodge es una marca con la que crecí. ¿Quién no ayudó a su abuelo o papá con la “talacha” de fin de semana en el Dodge Dart, Dodge Valiant o el Dodge Challenger? Ajuste de frenos, cambio de bujías, cambio de un latoso filtro de gasolina que siempre se tapaba; o qué me dicen de desarmar el enorme plato que resguardaba al filtro de aire antes de acceder al carburador y limpiar los platinos. Mecánica y nostalgia pura…
Por eso cuando en 2008 Dodge anunció el regreso de sus Muscle Car más famosos, Dodge Charger y Dodge Challenger, fue inevitable contener la emoción pues me reencontraba con uno de los autos con los que acentué mi gusto por los motores. Durante casi 15 años (los mismos que llevo como periodista automotriz) he tenido la fortuna de manejar cada modelo, versión y evolución. Pero cuando surgieron las siglas SRT Hellcat lo único que se me vino a la mente fue: ¿en qué va a terminar todo esto?
Hasta la última gota de gasolina. Dentro de la descomunal actitud que puede llegar a tener este musculoso, los ingenieros tuvieron la buena idea de desarrollar una electrónica que mediante la unidad Uconnect, el usuario pueda configurar al Super Stock de acuerdo a sus preferencias, actividades en pista y, por supuesto, la capacidad de manos que tenga, porque la realidad es que, con o sin ayuda de la electrónica, este auto no perdona muchos errores, si lo provocas te responde y si no te sabes defender te castiga, así son las cosas: si provocabas al “bulleador” de la escuela, más vale que supieras pelear. En todo caso, Dodge nos da una mano para que los embates del Super Stock duelan menos, o bien, sean más divertidos.
Calle y pista. Evidentemente, y aunque cueste trabajo creerlo, el Super Stock es un auto de carreras certificado para calle. Es la base perfecta para hacer un demoledor dragaster y se porta como tal, pero también hay que ser muy valientes para llevarlo al tránsito mortal porque te aseguro que ni tú ni él lo van a pasar bien. El HEMI necesita mucho aire para vivir y si no lo tiene por tiempos prolongados puede comenzar a “toser”. Pero luego, cuando por fin llegas a la carretera, mágicamente revive y el sonido del supercargador es más fuerte que el rugido del escape.
Todo puede suceder muy rápido, y falta espacio para por lo menos llegar a la quinta velocidad de las 8 velocidades. Como buen musculoso de tracción trasera, se siente muy cómodo en rectas, pero cuando llega la sinuosidad, comenzamos a pelear con él y sus transferencias de peso, con la tendencia a la soltura en el eje trasero y una dirección que por momentos es muy ausente.
Pero llegando a la pista, donde todo es “más seguro”, sólo tú serás responsable de ti mismo porque el Dodge Challenger SRT Hellcat Super Stock se transforma en lo que es, un verdadero Gato del Infierno y, como te lo anticipaba, estarás inmerso en su mundo: ruido, jalones, con el sonido y olor de las Nitto NT05R aguantando el castigo; aceleración brutal apenas contenida por el paquete Bilstein de la suspensión adaptativa. Lo único que está contigo es la valentía y los frenos Brembo en caso de ya no poder más.
Nada nuevo, pero sigue funcionando. Hay que ser sinceros, el habitáculo es uno de los más “estancados” del mercado, sobre todo tratándose de un deportivo. Los componentes, la distribución y diseño de los mismos; materiales, texturas, ensamble, todo está casi igual que hace 14 años y sí, funciona, pero, sigue siendo un coche caro y muchos clientes podrían esperar más.
La carrocería emplea la misma configuración Wide Body del Red Eye. Añade rines de aleación ligera que acentúan su estilo malvado; tomas de aire en el cofre, alerón trasero y anagramas Hellcat a los costados. Los faros principales tienen direccional integrada y las calaveras son las mismas que el Red Eye.