Alebrijes y cráneos dan vida a Reforma tras 19-S

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Foto: larazondemexico

Han pasado 33 días desde el fatídico 19 de septiembre, día en que, como 32 años atrás, un sismo golpeó a la Ciudad de México, provocó decenas de derrumbes y centenas de muertos, heridos… Pero este fin de semana, las sonrisas volvieron a la capital, a Chilangolandia… como dice aquella canción del TRI.

Treinta tres días atrás, desde el Zócalo capitalino hasta el Auditorio Nacional, las calles y las avenidas eran paisaje desolador con ríos de mujeres que en tacones y

[caption id="attachment_653318" align="alignright" width="300"] Las calaveras dominan en las aceras de avenida Reforma.[/caption]

hombres de traje y corbata caminaban en silencio, absortos ante la imposibilidad de comunicarse con sus familias. Ese día dejaron el trabajo y deambularon por horas para el esperado reencuentro.

El dato

La obras permanecerán exhibidas hasta el 5 de noviembre en las aceras norte y sur de Avenida Paseo de la Reforma.

Pero ayer fue diferente. Las familias se reencontraron en avenida Paseo de la Reforma, ahí en los andadores que conectan a Niké, la victoria alada a la que todos llaman simplemente El Ángel, con la escultura que inmortalizó en bronce la figura de Helvia Martínez Verdayes, mejor conocida por el pueblo mexicano por el nombre que el escultor Juan Olaguibel le confirió en la pose de Diana Cazadora.

Y es que entre estos dos monumentos están apostadas decenas de cráneos monumentales que lo mismo recuerdan a las clásicas calaveras de azúcar de Día de Muertos que a los fallecidos en el sismo con la leyenda Fuerza México.

Así la avenida que Maximiliano de Habsburgo fundó en honor a Carlota, su esposa, parece retomar las costumbres del pueblo mexica y honra a los que partieron al otro mundo con un moderno y artístico Tzompantli, o hilera de cráneos.

Admirados por visitantes nacionales y extranjeros, estos monumentales cráneos, calaveras, calacas, calaveritas

—como los llaman los curiosos—, atrapan las miradas y despiertan la imaginación.

Todos quedan asombrados por los colores y figuras plasmados sobre ellos.

Uno de éstos, precisamente, inmortaliza en la nuca a los rescatistas, voluntarios y la perra Frida con todo y su equipo de seguridad.

También se aprecian alebrijes en forma de criaturas mitológicas, oníricas, irreales pero apreciables como el resultado del imaginario colectivo que, cual aquel héroe de las mil caras enunciado por Jo

seph Campbell, invitan a los transeúntes a sumergirse en la apreciación de la forma y el color sin importar la edad, el sexo o la condición social.

Estas 200 figuras lo mismo hacen alusión al escudo nacional basado en la encomienda de Huitzilopochtli al pueblo de Aztlán para buscar un águila parada en un nopal devorando una serpiente que a criaturas antropomórficas, dragones, colibríes, peces abisales y hasta a Lamia, la mujer que por su belleza causó los celos de la esposa del dios Zeus, y por ello transmutada con la mitad del cuerpo en serpiente.

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