Y a los granaderos, ¿quién podrá defenderlos?

Texto publicado el 7 diciembre, 2014

Esta semana tuve la oportunidad de tener un encuentro con un hombre muy particular. Tiene 35 años y 10 de pertenecer al cuerpo de granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal.

—¿Cómo te llamas?, le pregunté.

—Miguel.

—¿Miguel qué?

—Miguel…

Entendí que Miguel hablaría a condición de reservar su identidad y no pregunté más sobre ella. Así me permitió entrar en su memoria, en sus sentimientos, en su enojo y en sus miedos. Y es que Miguel sale a trabajar todos los días con una instrucción inapelable: “Aguantar todo lo que estas personas nos griten, nos avienten o nos hagan”.

—¿Y qué opinan ustedes del hecho de no poder defenderse?

—Lo vemos mal señorita. Lo vemos muy mal. Porque el equipo que nos dan

es insuficiente. Ellos traen palos, petardos, bombas molotov.

—¿Qué tan protegidos van ustedes físicamente?

—Nos equipan con un escudo, con protección en las espinillas, en las rodillas, los brazos, el pecho y la espalda.

—¿Ustedes van armados?

—No. Nosotros como policías debemos de interponernos con los escudos, es la única arma de defensa que tenemos y ésa no es para atacar, es únicamente para cubrirnos. Lo peor es cuando agarran a un compañero, ver cómo lo están golpeando y tratar de protegerlo, de jalarlo hacia nosotros. A mí me han golpeado, me han pateado, me han escupido y no sé si voy a poder levantarme.

—¿Qué pasa si un día uno de ustedes responde?

—Podemos ganar desde un arresto hasta la destitución como policía. La orden es clara y directa. Tenemos que aguantar.

—¿Te parece que en diez años han cambiado mucho las protestas en la calle?

—Hace unos cinco o siete años las manifestaciones eran más tranquilas. No había tanta violencia como la que vivimos ahora.

—¿Crees que las autoridades eran menos permisivas?

—Yo pienso que eran más respetadas. Antes los ciudadanos le tenían más respeto a la policía, ahora ya no hay ni temor ni respeto.

—Miguel, ¿trabajas con miedo?

Sí. Con mucho miedo. Nosotros como policías no sabemos si vamos a regresar a nuestra casa, si vamos a volver a ver a nuestros hijos, a nuestra esposa.

—¿Tú tienes hijos?

—Sí. Tengo un pequeño de siete años.

—¿Él sabe que su papá es granadero?

Sí, sabe que soy granadero y sabe dónde estoy. Incluso cuando ve en la televisión las imágenes donde le están pegando a mis compañeros me pregunta: “¿Por qué les pegan papá?, ¿no los quieren?”…Y pues ¿qué le puedo contestar yo?… Cada día que salgo a trabajar me despido de él dándole un beso y encomendándome a Dios, porque sólo si Dios quiere al término de mis horas de labor voy a regresar con él a jugar. Mi familia también vive el miedo. Le puedo decir que hasta un poco más del que yo siento.

—¿Cómo llegaste a ser policía?

—La verdad como todos, por necesidad, por llevar un sustento a la casa para ayudar a la familia. Llegué directamente a Granaderos Poniente a solicitar trabajo como cualquier persona. Tuve una academia donde me enseñaron diferentes cosas, manejo de armas, manejo de masas. Sonará un poco —no encuentro la palabra— pero pues a mí me gustó el uniforme, me llamó la atención. Ahora con el tiempo que llevo ahí, pues se aprende a amar el uniforme.

—¿Cuánto te pagan Miguel?

—12 mil pesos al mes.

—¿Qué tipo de prestaciones te da tu trabajo?

—A fin de año nos dan aguinaldo, caja de ahorro, vales y un seguro médico que la verdad no va de acuerdo a nuestras labores, es insuficiente.

—¿Cómo es un día en la vida de un granadero?

—Empezamos muy temprano. Yo me paro a las cinco de la mañana, cuando se puede desayuno con mi familia. Llego a la base, ahí nos pasan lista y esperamos instrucciones. En caso de que haya una marcha nos alistamos con nuestro equipo antimotín, ahí nos forman y depende dónde nos toque la guardia, somos canalizados en unidades, en camiones que nosotros llamamos “costeros” y de ahí pues a esperar a que la marcha llegue a ese punto y aguantar. Únicamente aguantar, hasta que se termine la marcha.

Hay ocasiones en que nuestro turno es de 24 horas y se puede alargar hasta 48 horas, y tenemos que aguantar. Y terminada la marcha tenemos que esperar órdenes para poder movernos.

—¿Consideras que en las últimas manifestaciones las autoridades se han comportado laxas frente a las agresiones que algunos de ustedes han recibido?

—Desgraciadamente sí. Los están dejando crecer mucho. Hay que tener mano dura. Ya son muchos los compañeros que han salido muy lastimados.

¿Qué esperan las autoridades arriba de nosotros?, ¿qué un compañero muera?, ¿cómo es posible que no nos puedan dar una garantía de que vamos a estar bien, de que vamos a salir con vida? Todos estamos enojados porque estas personas no entienden que nosotros somos seres humanos.

—¿Quiénes son “estas personas”?

—Mis jefes, arriba de nuestros jefes, llámese una Secretaría de Seguridad Pública.

—¿Consideras que se les da un trato injusto?

—Sí, en el sentido de que nos dan la orden de que no nos podemos defender, de que tenemos que aguantar todo…

El testimonio de Miguel sin duda representa el sentimiento de muchos de los elementos que conforman el agrupamiento de granaderos de la Policía del Distrito Federal. Es otra realidad. Detrás de cada escudo sobrevive otro México de seres humanos que pocos ven.

monica.garza@razon.mx

Twitter: @monicagarzag

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