Cada 1 y 2 de noviembre es tradición que los mexicanos coloquemos las típicas calaveritas de azúcar en nuestra ofrenda en honor a las almas de nuestros difuntos. Las calaveras se elaboran con una mezcla de alfeñique, azúcar o incluso chocolate, y son obra de trabajo y perfeccionamiento de manos de artesanos que las han realizado generación tras generación.
En la alcaldía Gustavo A. Madero, Miguel Ángel Hernández tiene su taller donde cada año, aproximadamente entre los meses de marzo y abril, inicia con el trabajo para la venta de uno de los productos que acompañan a los mexicanos en esta época del año.
Con más de 50 años de tradición, la familia de los Hernández, contó a La Razón el proceso para elaborar una calavera de azúcar. Aquí te lo explicamos:
El molde
Todas las figuras de azúcar requieren de un molde, generalmente fabricado en barro, el cual se separa en partes para poder sacar la calavera terminada. Entre más grande sea la figura, el molde se divide en más trozos y la elaboración, "se vuelve más compleja". Hay moldes desde dos piezas, para las más pequeñas, hasta de 23 partes.
"Hay de muchos tamaños, los más chicos, que son las calaveritas pequeñas son de dos piezas, el que le sigue es de tres piezas, y ya de las más grandes, son más piezas", explicó Miguel Ángel.
El azúcar
"Se puede trabajar con una mezcla de azúcar o de chocolate, depende de lo que uno quiera". Para que salgan "blanquitas" se prepara una mezcla de azúcar refinada con agua, se diluye, se pone a hervir en una cazuela de cobre y, cuando está a punto de hacerse sólida se saca.
"Mi mamá le decía paniz, ya cuando hierve el agua se pone transparente".
El vaciado
Una vez que el azúcar líquida está lista, se vacía dentro del molde "hasta el tope" y se deja enfriar, aproximadamente dos o tres minutos. Posteriormente, se quita el molde -cuyas piezas se sostienen con una liga- y se inicia el "raspado" que consiste en quitar los sobrantes de la calavera hasta dejarla lisa.
La decoración
Miguel Ángel inició en este arte desde los años 60 's, cuando tenía apenas cuatro o cinco años. Fue su padre, originario del estado de Guerrero, quien le enseñó a hacerlas, pues se dedicaba a la hechura de dulces típicos.
"Éramos 14 hermanos y a todos se nos enseñó, unos se dedicaban al raspado, unas hermanas vendían, cada quién hacía algo, pero a los más chicos, nos tocaba decorar, ponerle el papel, yo creo mi padre lo quiso así para que no nos fuéramos a quemar", contó.
Una vez que la calavera está lisa, los artesanos pegan trozos de papel de colores para decorarla, hay quienes añaden decoración de colores con azúcar líquida, y hasta lentejuelas.
Una tradición familiar
De los 14 hermanos de Miguel Ángel, actualmente él es el único que se dedica a la creación de artesanías y, para no dejar morir la tradición, les heredó a sus hijos los secretos de su elaboración.
Ahora, los cinco hijos de Miguel Ángel, aunque cada uno ha estudiado diferentes carreras, también se dedican a la creación de calaveras y, generación tras generación, han ido innovando las características y formas de la artesanía, explica Miguel Ángel, orgulloso de haberle mostrado esta labor a sus hijos.
"Así fueron creciendo mis hijos, casi desde los siete años, también, primero nada más decorando, pegando papel, ya después crecieron, se dedicaron a sus profesiones, tengo tres ingenieros y dos contadores, pero aparte de eso siguen haciendo la tradición.
Las calaveras las creó mi padre, yo fui creando las mías, y ahora mis hijos Innovación creando las de perritos y gatos", cuenta.