Por tercera ocasión en la historia, un sismo en 19 de septiembre causó temor entre los capitalinos y puso a prueba la capacidad de respuesta de las autoridades y los cuerpos de emergencia de la Ciudad de México, ante las tragedias que se vivieron ese mismo día en 1985 y 2017.
A las 13:05 de la tarde, el sonido de la alerta sísmica se escuchó en los altavoces, justo cuando miles de ciudadanos iban de regreso a sus inmuebles tras el simulacro nacional que se realiza cada año para concientizar y recordar los dos sismos ocurridos esa misma fecha con más de 30 años de diferencia.
Ahora no se trataba de un simulacro, sino de un sismo de magnitud 7.7 con epicentro en Coalcomán, Michoacán.
De inmediato se activaron los protocolos para casos de emergencia, que incluyeron recorridos de personal de Protección Civil por zonas vulnerables, patrullajes y sobrevuelo de helicópteros de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. La respuesta de las autoridades capitalinas fue inmediata.
Aunque el de este año no dejó daños severos ni pérdidas humanas en la capital del país —como sí ocurrió en las entidades más cercanas al epicentro—, puso sobre la mesa el tema de la seguridad de los inmuebles y viviendas de la capital, sobre todo en el Centro Histórico, donde hasta ahora las autoridades han confirmado que hay 40 inmuebles en riesgo, por lo que serán desalojados.
Días después, el 1 de octubre, se registró otro sismo de magnitud 5.6 con epicentro en Chiapas, que no provocó daños en la ciudad.
Hemos venido avanzando, no es que todo esté resuelto ni que ya hayamos llegado a un nivel óptimo, pero sin duda somos una de las ciudades en el país y en el mundo mejor preparadasSergio Padilla Galicia, Urbanista de la UAM
El temblor más reciente ocurrió el 11 de diciembre, cuando la Alerta Sísmica sacó de la cama a miles de ciudadanos alrededor de las 8:31 de la mañana, en pleno día de descanso.
Aunque se vio salir de sus domicilios, a cientos de capitalinos, el sismo de 6 grados con epicentro en Tecpan, Guerrero, apenas se sintió en algunas partes de la capital; sin embargo, sirvió para detectar fallas en los altavoces, entre ellos algunos en la alcaldía Benito Juárez, donde vecinos reportaron que la Alerta siguió sonando pese a que ya había pasado el movimiento telúrico.
Tras el debido recorrido de los helicópteros Cóndor de la policía, las autoridades declararon saldo blanco.
Luis Quintanar, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advirtió que el crecimiento demográfico sin límites ni planificación —particularmente hacia el oriente de la capital— es un problema ante este tipo de acontecimientos, al tratarse de zonas de bajos recursos, con construcciones que no siempre están hechas de acuerdo con el código en la materia, en un subsuelo más vulnerable ante un sismo.
En entrevista con La Razón, el especialista detalló que la sismicidad de la capital ocurre en tres regiones: el oriente, donde hay más extracción de agua, lo que provoca el hundimiento del terreno; en el poniente, por la Sierra de Las Cruces que separa el Valle de México del de Toluca, donde existen diversas fallas que al reactivarse dan origen a sismos; y la zona del sur, donde colindan la alcaldía Milpa Alta y el municipio mexiquense de Juchitepec.
Por su parte, Sergio Padilla Galicia, urbanista de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), coincidió en que el “crecimiento explosivo” que vive la Ciudad de México y su zona conurbada se suma a otro factor de riesgo, que es el hecho de que más de la mitad de los inmuebles son “autoconstruidos”, es decir, que no siempre cumplen con las normas establecidas.
“Más de la mitad de las edificaciones que se hacen en la Ciudad de México, pensando en todo tipo de inmuebles, se hacen de manera autoconstruida, sin un proyecto, sin permisos y, en consecuencia, sin cumplir con normas y sin la supervisión de un profesional, de un técnico especializado, ésa es una realidad”, lamentó.
Septiembre no es el mes en que más tiembla
El tercer movimiento telúrico ocurrido en un 19 de septiembre, en un lapso de 37 años, además de temor, también generó especulaciones y acrecentó el mito ya existente entre los capitalinos, de que septiembre es el mes en el que más tiembla.
Sin embargo, Luis Quintanar, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, recordó que la naturaleza “no tiene un calendario” ni está sujeta a la misma temporalidad de los seres humanos.
El especialista explicó que estos fenómenos naturales se repiten en tiempos geológicos, por lo que el hecho de que haya ocurrido en la misma fecha en distintos años no fue “más que una mala coincidencia”.
“No depende de una regularidad en el número de días, la naturaleza no tiene en cuenta eso, no sabe lo que para nosotros es un calendario”, explicó.
Y añadió: “eso de que ocurren siempre en el mes de septiembre tampoco es muy cierto, por ejemplo, si tomamos un periodo más largo, si analizamos el catálogo sísmico desde principios del siglo pasado, lo que veríamos es que en realidad es diciembre”.