Uno de los casos más recientes de las consecuencias que puede acarrear el que restaurantes incurran en malas prácticas fue el asesinato de Arturo Monroy, un comensal frecuente de La Polar, quien murió a golpes dentro del local en enero pasado.
De acuerdo con las primeras declaraciones de la acompañante de la víctima, el hombre fue golpeado por los meseros del restaurante ubicado en la Cuauhtémoc debido a que se negó a pagar la cantidad de propina que le exigieron dentro del establecimiento por su consumo.
Los meseros le habían pedido dejar 50 por ciento de su consumo total —que no superaba los mil pesos— como propina, algo a lo que se negó el hombre de 59 años.
Esta práctica de solicitar a los consumidores un mínimo de propina no está permitida ni en la Ciudad de México ni en ninguna otra parte del país.
De acuerdo con la Ley Federal de Protección al Consumidor, dejar propina en un establecimiento es voluntario, y deberá ser el consumidor quien decida qué monto dejar, por lo que, de acuerdo con la Profeco, exigir esta gratificación a los comensales “atenta contra los consumidores”, de ahí que se pida denunciar este tipo de prácticas.
Aunque algunos ciudadanos acostumbran dejar como mínimo el 10 por ciento de su consumo en propina, los lineamientos de la Profeco estipulan que no hay una cantidad mínima, por lo que eso depende del consumidor, cuya única obligación es pagar el costo de su consumo.
Otros casos recientes de abusos de parte de restaurantes en la capital del país ocurrieron en algunos negocios localizados en los balcones y zona de terrazas del Centro Histórico, que ante la gran demanda por ser un sitio turístico, incrementaron los precios de sus alimentos y bebidas.
Algunos casos de cobros excesivos fueron denunciados en redes sociales, como el de una comensal que evidenció el cobro de más de cuatro mil pesos por sólo una orden de tacos, una limonada, tres cervezas y un guacamole. Otras denuncias se refirieron a cambios de precios a la hora de pedir la cuenta, respecto a los que había en la carta.