Apenas estamos en julio y ya estamos pensando en cosas tenebrosas como los fantasmas que habitan en la Ciudad de México, sin embargo, siempre es bueno saber en dónde es que se localizan para que tengamos precaución, por aquello de creer -o no- en cosas paranormales.
Nuestra capital está llena de leyendas, de mitos que incluyen a personas que ya no están con nosotros de manera física, pero que probablemente aún andan rondando las calles y su espíritu ahí anda merodeando buscando un poco de atención.
Desde la clásica "niña" que se aparece en los edificios abandonados, hasta las escuelas que fueron construidas sobre lo que fue un panteón, en cada rincón de la CDMX podría encontrarse a un fantasma. Hoy te presentamos, al menos, a los siete que son más famosos y que si te animas, podrías visitar en los lugares que aún se encuentran edificados en esta ciudad.
1. La enamorada
A "La enamorada" la puedes visitar en Belisario Domínguez 5, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, en donde se ubica el antiguo Convento de la Concepción. María Gil se enclaustró en él después de una amarga decepción amorosa. La familia de María estaba en contra de la relación que ella tenía con un hombre, al cual le ofrecieron dinero para que la dejara en paz y huyera a otro estado.
Él aceptó la oferta y se fue a Veracruz, dejando el corazón de María destrozado. María, aún enclaustrada, seguía sufriendo y se quitó la vida colgándose de un árbol de duraznos. Los que viven cerca de ahí aseguran que "La enamorada" aparece en uno de los árboles cercanos al convento de vez en cuando.
2. La Planchada
El Hospital Juárez es el hogar de "La Planchada", uno de los fantasmas más famosos de la Ciudad de México. Este hospital sirvió para atender a soldados heridos durante la invasión estadounidense y también durante la guerra de Reforma. Esta mujer, se dice, camina en los pasillos del hospital vistiendo un uniforme almidonado y muy limpio (de ahí su nombre) mientras atiende a los pacientes que aún no han tomado sus medicamentos.
Dicen que su imagen se ve desde el siglo XIX y que no sólo se le ha visto en el Hospital Juárez, sino también en el de La Raza, Centro Médico Siglo XXI y en distintos hospitales al sur de la capital.
3. Don Dongo
En 1978, en la calle de Donceles, en el número 94, se ubicaba el domicilio de Joaquín Dongo, un lugar en donde fueron asesinadas once personas y un perico. Aunque no saben qué ocasionó la masacre, muchos dicen que fue por una deuda que tenía Don Dongo y otras más dicen que el autor intelectual fue el mismo Belcebú, luego de haber cumplido un deseo del propietario de la casa: ser rico y famoso.
Muchos habitantes de esa calle, actualmente, dicen que no pueden caminar de noche por ahí y mucho menos el 23 de octubre, el día en que ocurrió este múltiple asesinato, pues Don Dongo sigue en busca de sus asesinos.
4. El ingeniero
Un edificio ubicado en la avenida Niños Héroes, específicamente en el número 139, fue albergue para artistas e intelectuales, el cual cerró definitivamente en 1942 para convertirse en oficina de gobierno. Aunque la llamada "Posada del Sol" en realidad nunca tuvo huéspedes o turistas o gente que hiciera eventos ahí, sí hay almas en pena, como la del ingeniero Fernando Saldaña Galván, quien fue el arquitecto de dicho edificio.
Al ver que su obra quedó sin terminar, se colgó frente a una estatua de San Francisco de Asís. Dicen que en las noches se puede ver su cuerpo pendiendo de un árbol y, aunque la entrada no está permitida, a veces los oficiales se hacen "de la vista gorda", para que puedas pasar.
5. Reos del palacio negro
El llamado "palacio negro" no es nada más que el Archivo General de la Nación. Ahí se ubicaba uno de los sitios más terroríficos de toda la ciudad: Lecumberri, una prisión que llegó a albergar hasta a cinco mil presos, aunque su capacidad era para 800 personas.
Cuando se construyó el AGN, se encontraron huellas de tortura, golpizas y restos humanos. Muchos dicen que los lamentos continúan escuchándose en las noches, pero no sólo eso, pues también en el día, con el sol a todo lo que da, pueden oírse los lamentos de quienes estuvieron presos y murieron en condiciones críticas.