Crece problema ante desatención oficial

Campamentos de migrantes impactan en 5 alcaldías; ya hay “permanentes”

La mayor parte se ubica en Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Tláhuac y Venustiano Carranza; algunos llegan a ser de hasta 500 personas y tienden a ampliarse; No son seguros para quienes los habitan y carecen de servicios; algunos están en choque con vecinos; otros ya se han “mimetizado” con la población local, señalan activistas

Campamento migrante en Plaza La Soledad, Centro Histórico
Campamento migrante en Plaza La Soledad, Centro Histórico Foto: Especial

Al menos cinco alcaldías de la Ciudad de México han sido impactadas por los campamentos migrantes irregulares, que al paso de los meses se han ido extendiendo para abarcar más territorio y asentarse de manera permanente.

Las alcaldías mayormente afectadas son Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Tláhuac y Venustiano Carranza, donde los migrantes cada vez son más agresivos y defienden su ahora, territorio.

“He visto los campamentos en los mismos sitios, pero muchos van y vienen y otros que están ya permanentes y se encuentran ya trabajando, o están ya mimetizados con la población. Están pasando de asentamientos irregulares a permanentes, pues muchos de ellos van a trabajar y regresan”, explicó Gretchen Kuhner, directora del Instituto para las Mujeres en la Migración (Imumi).

La experta dijo que los campamentos van “evolucionando” o pasando por diferentes etapas; desde que se apropian del lugar, hasta que permanecen, no se van y se apropian del sitio.

He visto los campamentos en los mismos sitios, pero muchos van y vienen y otros que están ya permanentes y se encuentran ya trabajando, o están ya mimetizados con la población
Gretchen Kuhner<br>Directora del Imumi

En un recorrido que realizó La Razón pudo constatar que los campamentos cada vez se hacen más permanentes en la capital del país; por ejemplo, en el Parque Giordano Bruno de la alcaldía Cuauhtémoc la población mayormente de Haití y Venezuela han tenido diversos conflictos y hasta actos violentos con la ciudadanía, pues aseguran que no se van del sitio, por tener cerca el Instituto Nacional de Migración (INM) y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

El lugar que alberga aproximadamente a 400 personas se ha ido extendiendo hasta llegar a Paseo de la Reforma, unas cuatro calles de distancia.

Los migrantes han acaparado, aparte del parque, los camellones, banquetas y escaleras de negocios, además, que la gente que pasa por ahí ha mencionado que, por sólo sacar el celular, les quieren cobrar por cada foto que les saquen.

Mientras que en Plaza La Soledad, a sólo unas cuadras del Centro Histórico, hay un campamento con al menos 500 personas, pero a su vez, ya tomaron otra parte, atrás de la iglesia, que puede contemplar otras 500 más.

El lugar se ha hecho permanente, porque ya son varias las personas que trabajan en los comercios y negocios cercanos al Zócalo, La Merced o Pino Suárez.

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. ı Foto: Gráfico: La Razón de México

Sin embargo, a sólo unos metros de distancia de la plaza hay una estación improvisada de autobuses foráneos de la línea Cristóbal Colón, que vende viajes a los migrantes hacia destinos como Tapachula, San Cristóbal de las Casas o Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

En este sentido, se ve a los indocumentados formados en espera de abordar, pues sólo al pasar por el sitio, los “checadores” te ofrecen los traslados.

July Rodríguez, directora de Apoyo a Migrantes Venezolanos, dijo a este diario que es “lamentable” la situación que ocurre con los migrantes, debido a que los campamentos no son seguros y las autoridades locales y federales los olvidan, por ello buscan la manera de tener un hogar mientras estén en la capital.

“Al no tener servicios, hacen sus necesidades en la calle, pues no pueden pagar 5 pesos a cada rato, lo que crea conflictos ciudadanos, pero parece que ahí se quedaron y el Gobierno lo permitió, porque no hay programa real para reubicarlos y atenderlos”, explicó.

La activista indicó que los campamentos son un problema de todos, “y en vez de echarse la bolita”, las autoridades deben atender su situación, pues también se vuelve un problema sanitario tenerlos en la vía pública.

En la alcaldía Tláhuac, al oriente de la capital, los migrantes abarrotan la vialidad Heberto Castillo, en la colonia Miguel Hidalgo, luego de que cerraran un albergue en esa zona; incluso los vecinos ya le llaman “Tlahuaití” o “El Pequeño Haití”; los indocumentados se han apropiado de las calles, incluso, varios han puesto comercios para ganar dinero.

Al no tener servicios hacen sus necesidades en la calle, pues no pueden pagar 5 pesos a cada rato, lo que crea conflictos ciudadanos. El Gobierno lo permitió, porque no hay programa real para reubicarlos y atenderlos
July Rodríguez<br>Directora de Apoyo a Migrantes Venezolanos

A pesar de las quejas vecinales, los migrantes llegaron para asentarse de manera permanente, de acuerdo a los vecinos. Otros lugares donde los migrantes se han vuelto de entrada por salida, son en las afueras de un albergue en el Barrio San Pablo, de la alcaldía Iztapalapa, ya que al no encontrar lugar buscan quedarse en las inmediaciones; misma situación que ocurre en la alcaldía Venustiano Carranza, donde los migrantes sólo duermen en casas de campaña en las cercanías de los metros San Lázaro y Moctezuma por las noches, pues muy temprano se van para buscar recursos en cruces de semáforos o pidiendo en otros sitios.

Mientras que en Gustavo A. Madero hay al menos dos campamentos, uno a las afueras del albergue Cafemin, que ya no tiene cupo y otro en las cercanías de la Central del Norte, donde constantemente son retirados de la zona.

Ambos campamentos son itinerantes y han cambiado en varias ocasiones su ubicación, situación que tiene molestos a sus vecinos, pues al no tener dónde comer o hacer sus necesidades, optan por tomar parques y jardines para cocinar y como sanitario.

Se solicitó informes al Gobierno de la Ciudad de México y al Instituto Nacional de Migración (INM) sobre los campamentos irregulares en la capital, pero señalaron en ambos casos, no contar con información, no saber cuántas personas hay, ni tampoco conocer cuántos campamentos hay.