Tenía estudio improvisado en CDMX

Gabo, tatuador de Venezuela, ya raya en EU y sin miedo a Donald Trump

El joven vivió en un campamento migrante en la alcaldía Gustavo A. Madero; recibió su pase humanitario a esa nación; trabaja en la reparación de autos junto con un amigo

Gabriel Barreto pasó de tatuar en un campamento migrante de la CDMX a hacerlo en el sitio donde vive en Atlanta, Georgia, en Estados Unidos.
Gabriel Barreto pasó de tatuar en un campamento migrante de la CDMX a hacerlo en el sitio donde vive en Atlanta, Georgia, en Estados Unidos. Foto: Eduardo Cabrera, La Razón

El venezolano Gabriel Barreto, quien por su paso por la Ciudad de México improvisó su estudio de tatuajes en el campamento migrante de la alcaldía Gustavo A. Madero donde vivía, ya llegó a Estados Unidos con su amigo, su novia y su perro. Allí, donde dice no temer a Donald Trump, continúa rayando pieles y también repara autos.

El joven artista contó a La Razón que llegaron a Estados Unidos de manera legal, mediante el permiso que entrega la Oficina de Protección Fronteriza de ese país. Durante cinco meses insistieron con el trámite hasta que por fin les entregaron sus respectivos pases humanitarios para vivir en Atlanta, Georgia.

Su entrada a esa nación ocurrió en el marco de la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos tras ganarle a Kamala Harris la elección con 312 votos electorales. Una de las principales advertencias del mandatario electo es la deportación masiva de migrantes, pero Gabo el de los tatuajes afirmó estar tranquilo y no tener miedo.

“Acá me recibió un compañero que ya tiene 20 años aquí… No tenemos miedo (con respecto a las deportaciones), a todos los que deportan por acá son con antecedentes penales o que cometieron crímenes y los están buscando, pero nosotros aquí, tranquilos, todos tranquilos”, aseguró.

Gabriel Barreto pasó de tatuar en un campamento migrante de la CDMX a hacerlo en el sitio donde vive en Atlanta, Georgia, en Estados Unidos.
Gabriel Barreto pasó de tatuar en un campamento migrante de la CDMX a hacerlo en el sitio donde vive en Atlanta, Georgia, en Estados Unidos. ı Foto: Especial

El pasado 2 de octubre, este diario informó que hace seis años Gabriel Barreto se fue de Venezuela debido a las extorsiones de las que era víctima, dijo, por el gobierno de ese país. Así, decidió migrar a Estados Unidos.

Gabriel Barreto viajó a Perú, donde vivió cinco años y conoció a su actual pareja, Nicole, así como a Zion, su perro. Posteriormente viajaron a Colombia para ir al Darién, que es una frontera selvática entre esa nación y Panamá y punto para cruzar a Centroamérica y luego a México.

La ruta que siguieron el tatuador para llegar hasta la Ciudad de México es, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, una de las rutas terrestres migrantes desde Sudamérica. En ella, las personas enfrentan riesgos como el caminar sobre vías rápidas, así como los climas extremos.

Una vez que llegaron a un albergue de la alcaldía Gustavo A. Madero, en la capital del país, Gabriel instaló un estudio de tatuaje improvisado; no obstante, otras personas migrantes y hasta chilangos lo buscaban para rayarse la piel por menos de dos mil pesos, según el tatuaje, aunque podría aumentar el costo. Ya lo conocían como Gabo el de los tatuajes.

Gráfico
Gráfico ı Foto: Especial

“Cuando llegué aquí trabajé dos días haciendo lonas y me compré mi máquina ahí en el Zócalo, me costó mil pesos y desde ahí le ando dando. Yo tatúo a veces uno o dos clientes al día”, contó a este diario en octubre pasado.

El estudio era una mesa afuera de la chosa de madera en la que vivía en el campamento migrante. El techo era de lonas de las elecciones del pasado 2 de junio.

Hasta ese lugar los clientes iban a ver el trabajo del venezolano y de acuerdo con el artista, ya había rayado las pieles de mexicanos, venezolanos, hondureños, colombianos, entre otros.

“Vengo aquí, porque ya varios de mis amigos se han tatuado. Ahorita me está arreglando un tatuaje que tenía y la verdad sí se luce, ¡verdad?”, dijo uno de los clientes a este diario.

“Mi cuñado vino a tatuarse y se rifó el carnal, ahorita vemos si sí es cierto”, comentó otro de los clientes de Gabo, el de los tatuajes, quien ya tenía fama a pesar de no contar con un estudio profesional o de no laborar en uno; no obstante, afirmó que sus herramientas de trabajo eran nuevas y las adquiría en la zona centro.

Cuando llegas acá te investigan, que no tengas antecedentes penales, que no tengas registro de delitos acá (en Estados Unidos) que no seas un criminal, te checan todo pues, nosotros ya pasamos, estamos limpios
Gabriel  Barreto, Tatuador migrante

Aquí, Gabriel Barreto, Nicole y Adrián, un amigo que hicieron en su viaje, insistieron con su cita para obtener su permiso humanitario para entrar a Estados Unidos de manera legal.

Obtener la cita puede demorar días, semanas o incluso meses, pues éstas se conceden en orden aleatorio a los migrantes, quienes prefieren esperar por el permiso humanitario a arriesgar sus vidas cruzando la frontera de manera ilegal.

En un reporte presentado en mayo de 2024, la Organización Internacional para las Migraciones registró al menos 686 decesos de personas migrantes en la frontera norte entre México y Estados Unidos, quienes intentaron cruzar de manera ilegal.

“Cuando llegas acá te investigan, que no tengas antecedentes penales, que no tengas registro de delitos acá (en Estados Unidos) que no seas un criminal, te checan todo pues, nosotros ya pasamos, estamos limpios”, dijo Gabriel Barreto.

De lunes a viernes, el venezolano repara automóviles junto con Adrián y los fines de semana a personas, quienes, poco a poco, han llenado su agenda.

“Ahorita ando en lo de la reparación de coches, pero claro que los fines de semana le sigo dando al tatuaje. Aquí estoy cobrando 300 o 400 dólares por tatuaje según el tamaño y el diseño, pero ya le andamos dando”, comentó.

Por ahora, el joven ahorra para tramitar su permiso de trabajo, con el objetivo de vivir aún más tranquilo en territorio estadounidense, trámite que costará, según él, al menos 470 dólares por persona.