En CDMX hay cerca de 1.5 millones de adultos mayores, poco más del 16 por ciento de la población; si bien no son un sector minoritario, sí representan uno de los más vulnerados. En un año, las denuncias de violencia contra la vejez escalaron 32.9 por ciento, un nivel de alarma que llegó acompañado del llamado de autoridades a denunciar.
Las cifras, proporcionadas a La Razón por la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social (Sibiso) de la CDMX, llegaron en medio de la indignación pública por el caso de una mujer de 95 años golpeada por su hijo. El hecho quedó grabado y fue difundido masivamente en Internet, al grado que la Fiscalía General de Justicia de la CDMX abrió una investigación.
De acuerdo con los registros oficiales, que además sólo toman en cuenta las denuncias que llegan ante las autoridades, en 2020 hubo 863 casos de abuso contra adultos mayores, 214 más que en 2019, cuando se reportaron 649.
“Es por eso que apelamos también a la ciudadanía, por esta justa invisibilización de estos casos, a que si conocen cualquier hecho relacionado —con o si son testigos— o si saben dé… por favor se comuniquen al Instituto para el Envejecimiento Digno, porque esto permite que actuemos inmediatamente”, declaró la secretaria de Inclusión capitalina, Almudena Ocejo.
A esta voz se sumó la de la propia Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. “Cuando hay violencia familiar no se puede especular”, comentó, al recordar a la población que en el Gobierno hay un área especializada tanto en el DIF como en la Fiscalía General de Justicia de la CDMX para la atención de víctimas. “Incluso el Tribunal Superior de Justicia tiene un área de mediación que también ha ayudado mucho a la ciudadanía”.
De las 863 denuncias por maltrato contra adultos mayores de la Ciudad de México, 32 por ciento fueron atenciones por violencia psico-emocional; 31 por ciento tuvo que ver con violencia patrimonial y económica; es decir, que hay riesgo de despojo; el resto corresponde a señalamientos por omisión de cuidados (27 por ciento) y agresiones físicas (9 por ciento).
El problema también es visible si se toman en cuenta los motivos por los que adultos mayores pidieron ayuda de autoridades en 2020; 40 por ciento de las 2 mil 149 atenciones tuvo que ver con violencia hacia un hombre o mujer mayor.
También es destacable que después de las atenciones otorgadas a personas con Covid-19, los adultos seniles ocuparon el segundo lugar entre los sectores vulnerables con mayor necesidad de intervención por parte de la Sibiso durante 2020.
Almudena Ocejo recordó que en el Instituto para el Envejecimiento Digno hay un equipo en acción de mil 200 mujeres que trabajan en dar seguimiento permanente a los hogares de personas mayores; esta estrategia, dijo, ha servido para detectar situaciones de violencia contra las personas de la tercera edad.
“Tenemos todos esos equipos en territorio, de los diferentes niveles, además, ellas son informantes principales de qué está sucediendo en los hogares de las personas mayores. Las profesionales de atención a la persona mayor llevan varios años en este seguimiento y son un vínculo esencial para el Instituto, para conocer cuál es la situación”, pero, insistió, no sólo de esta manera se puede luchar para erradicar la violencia contra adultos de edad avanzada, “es fundamental contar con el apoyo de la ciudadanía para que, si saben de algún caso, éste se conozca”.
ERROR: TRATARLOS COMO NIÑOS
El médico geriatra Martín García explicó a La Razón que los adultos mayores son uno de los sectores más vulnerables de la población porque sufren múltiples formas de violencia, como el hecho de no tomarlos en cuenta, tenerlos marginados de la familia, faltarles al respeto y no darles las atenciones básicas en cuanto a la alimentación o medicamentos.
El principal error que cometen las familias mexicanas en su cuidado es la falta de paciencia y el hecho de tratarlos como niños, de forma impositiva, lo cual genera agresión pasiva que a la larga conlleva trastornos emocionales, precisó.
En entrevista, el experto consideró que a nivel social hace falta mucha más orientación hacia las familias, para que sepan cómo tratar a sus ancianos.
Por ejemplo, el desconocimiento en la alimentación que deben tener es muy frecuente y provoca que en muchas ocasiones tengan problemas de desnutrición.
“No hay un programa real para que a determinadas familias que viven con estas personas se les dé información. Tiene que impulsarse una mejor educación intrafamiliar, una mejor dinámica y dar mayores opciones de esa mejor convivencia que se traducirá en mejor calidad de vida para los integrantes de la familia”, dijo.
