Lo apodan El Moyo; es vecino originario de Tepito y acude frecuentemente a varias de las “chelerías” que están ubicadas sobre la vía pública en varios puntos de este barrio, sobre todo en el Eje 1 Norte, que es vía primaria.
Como El Moyo, miles de personas, en su mayoría jóvenes, atiborran las decenas de establecimientos irregulares de este tipo, en las cuales se hacen severas aglomeraciones, en especial de jueves a domingo.
Cuenta El Moyo: “Cuando éramos chavos, pues nos escondíamos de los papás, todo era clandestino, mucho más discreto que ahora y eso le daba un toque especial, después vinieron las ‘chelas’ en los tianguis y luego evolucionó a las ‘chelerías’, ya vistas como cualquier otro comercio, incluso ahora es hasta tradición; si vienes a Tepito y no te tomas una ¿A qué vienes?”
Respecto al tema de la seguridad, El Moyo dijo sentirse tranquilo, no porque la zona esté exenta de violencia, sino porque ésta se ha vuelto normal. “Balazos siempre hay”, dice.
En torno a este tipo de negocios, en los que se venden bebidas alcohólicas en plena calle y sin verificar la edad de los consumidores, también florecen diversos delitos, como los asesinatos, el narcomenudeo y la extorsión, de los que son víctimas tanto los clientes como los dueños de los antros callejeros.
Juan Hernández —nombre ficticio a petición propia— narró a este medio que hace aproximadamente un mes acudió junto con unos amigos a una “chelería” ubicada en la calle Jesús Carranza. Como iban tres y todos varones, pensaron que no corrían ningún riesgo.
Los amigos acordaron previamente no separarse por ningún motivo y estar muy alertas de lo que ocurriera en el establecimiento y en los alrededores, por lo que incluso fueron juntos al “baño” que los dueños improvisaron; una letrina larga rectangular, protegida sólo con una pared de triplay.
“Pero fue ahí precisamente en donde nos agarraron; mientras hacíamos nuestras necesidades entraron dos tipos malencarados y de inmediato sacaron cada uno de ellos una pistola, con las que nos encañonaron”, narró Juan.
Los delincuentes los despojaron de todo lo de valor que traían, incluido el dinero con el que pensaban seguir consumiendo micheladas en ese lugar, y sus celulares.
Cuando salieron le dijeron a la persona que los atendía lo que había pasado y sólo les dijo: “Es que luego luego se dieron cuenta de que ustedes no son de por acá, ya mejor lléguenle”. Y eso hicieron.
Las “chelerías” en Tepito se han extendido en gran parte del barrio. Algunas están sobre calles como Manuel Doblado, Jesús Carranza, República Dominicana, Aztecas, República de Costa Rica y Florida, entre otras.
La diputada local del PRI Silvia Sánchez Barrios, quien conoce a la perfección el barrio de Tepito y el Centro Histórico, dijo a La Razón que estos negocios “crecieron exponencialmente a raíz de la pandemia, por la falta de trabajo”.
Añadió: “Es un fenómeno de acuerdo a los tiempos que estamos viviendo; estos negocios repuntaron porque no pagan impuestos”.
Sin embargo, mencionó que la delincuencia organizada no tardó en intervenir en las “chelerías”, pues al percatarse del gran éxito que tienen, pronto empezó el cobro de piso y las extorsiones a los dueños.
Comentó: “Al no haber supervisión alguna de las autoridades, comenzó a entrar la delincuencia organizada para adueñarse de los negocios y meter drogas; también se suscitan balaceras, homicidios, y el tema de seguridad comienza a volverse muy fuerte”.
La legisladora, quien es hija de la legendaria lideresa de ambulantes del Centro, Alejandra Barrios, apuntó que la proliferación de “chelerías” también afecta la seguridad de los vecinos, por lo que pidió que éstas sean reguladas y que se frene la expansión de este tipo de negocios, que funcionan abiertamente sin que ninguna restricción.
Un modus operandi de la delincuencia organizada, contaron habitantes del lugar, es meterse sin autorización de los vecinos a los patios de los predios para poner ahí una “chelería”; una vez que se apoderan del lugar cuidan los zaguanes para ver quién entra y quién sale, con lo que les arrebatan la libertad de estar tranquilamente en su hogar.
Silvia Sánchez expuso que estos negocios también involucran un tema de salud pública: “El alcoholismo en los jóvenes ha aumentado y con ello la obesidad, la depresión, problemas de riñones; el Gobierno debe intervenir porque la bebida además puede detonar violencia, violaciones, acoso y delitos que exponen la integridad”.
Ante ese panorama, la legisladora sugirió que a la par de controlar los establecimientos en vía pública se pongan en marcha programas de educación e información dirigidos a los jóvenes, en donde se les expliquen los riesgos y consecuencias de consumir en exceso bebidas alcohólicas.