Escrito en las estrellas

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Foto: larazondemexico

En la página de horóscopos del Universal aconsejan a Cáncer: “Sé realista en tus ambiciones y establece metas a futuro cercano. Actúa con cautela, paso a paso, consciente de que tus metas puedan modificarse”. En el Excelsior le dicen a Piscis: “Si no le parece bien, no lo haga. Es probable que ocurra un accidente si no va con cuidado o no se preparó bien. Quédese en casa y podrá reducir riesgos o problemas financieros”. Reforma advierte a Géminis: “Hay gente resentida a tu alrededor que puede provocar problemas a través de comentarios desagradables. No te involucres en situaciones que te roben la armonía”. El resto es parecido: “Aprende a ceder si es necesario… No reaccionas en forma adecuada… Se acercan cosas buenas… Acepta nuevos desafíos…” Las mismas vagas promesas, los mismos consejos banales de todos los días, para todos.

Son las páginas que uno pasa normalmente sin mirar. Me paro a pensarlo un poco, me pregunto por qué, cómo se publica eso. Yo sé que es normal, que en casi todos los periódicos se publican majaderías semejantes. Lo escandaloso es, precisamente, que sea normal. Lo escandaloso es que puedan publicarse con perfecta naturalidad esas bufonadas como si fuesen cosa seria. No es grave, es una diversión.

En los pocos sitios en que se venden libros masivamente, en los Sanborn’s, la sección más grande por mucho es la de esoterismo, astrología, espiritualidad: libros para leer la mano o para hablar con los ángeles, para interpretar el aura, los posos del café. Según la estadística de la Cámara de la Industria Editorial, si descontamos los que se compran para la escuela, la mitad de los libros que se venden en México son de esos temas. Autoayuda vagamente milagrosa y palabrería mística.

También hay programas de radio dedicados a eso, abiertos para consultas telefónicas del público. Es mucho peor. Una voz engolada, adornada con ecos, paternalista y condescendiente, insufrible: “Mire m’hija, a su papá lo tienen trabajado… ¿Sabe lo que le digo? Lo tienen trabajado y enyerbado con bebedizos… Y hay que sacarle eso… Tiene usted que venir a la consulta…”. Otro: “Veo en su carta astral que es usted una persona honesta y trabajadora ¿verdad?... Pero que tiene un problema, gente a su alrededor que siente envidia ¿verdad?... Veo a una mujer… Es Sagitario o Leo… Una mujer morena que quiere hacerle un daño…” Y así, por el estilo. El charlatán tantea, adivina un poco, insinúa, después promete, habla de fuerzas y energías y bebedizos: “Le podemos preparar un antídoto, en la consulta…”

A nadie le molesta, por lo visto. Son programas que tienen su público, dan dinero. Y los sacamuelas defenderán su negocio, supongo, amparándose en la libertad de expresión o incluso en la libertad de conciencia.

Caigo en la cuenta de que pasa lo mismo, cada vez más, en la televisión. Me fijo en los anuncios en los canales de televisión abierta. En su inmensa mayoría venden tres cosas: falsas medicinas y productos milagrosos para adelgazar; sorteos, loterías y apuestas, consultas astrológicas, lectura de cartas, nuevas y viejas iglesias. Nadie pensaría en denunciarlo –todo ello—como publicidad engañosa. Y seguramente en la letra pequeña de los frascos de medicina dice que no es una medicina.

La falta de escrúpulos de quienes venden todo eso: los horóscopos, los libros de espiritualidad, los consejos astrales o los falsos medicamentos, su falta de escrúpulos, digo, ni me intriga ni me sorprende. Me interesa mucho más su clientela. En su inmensa mayoría, con la primaria completa, gente capaz de manejar un iPod, capaz de navegar por Internet y que sabe para qué sirve una vacuna. Leen el horóscopo casi con miedo, quieren aprender a atraer las vibraciones positivas, acuden a la consulta del vidente radiofónico, compran las pastillas para perder 20 kilos en 10 días, compran religiosamente su billete de lotería. Y no saben cómo van a llegar a fin de mes.

Las coordenadas básicas las conocemos. Estamos predispuestos a pensar en términos mágicos en los campos en que dominan la incertidumbre y la inseguridad. Es Robert E. Park, escribiendo en 1925. Sabemos que estadísticamente nadie gana la lotería: es un impuesto no a la ignorancia, sino a la desesperación. Todo ese extenso espectro que va de los horóscopos a las falsas medicinas, la lotería y la espiritualidad es una excrecencia de la pobreza. Más exactamente: es un formidable negocio hecho a base de parasitar la pobreza.

Con entera naturalidad, en todos los medios de comunicación, cotidianamente se cultiva la irracionalidad, se explota la incertidumbre, la inseguridad espiritual de quienes no tienen más que esperar alguna clase de milagro. No hay para extrañarse si en la política también se prefieren las soluciones mágicas. Siempre habrá quien las ofrezca.

fdm

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