El PRI cumplió 89 años. Hace 24 años Luis Donaldo Colosio pronunció un discurso cargado de significado que se pudo resumir en que “México tiene hambre y sed de justicia”.
Una idea expresada por Justo Sierra un siglo antes, en diciembre de 1893, retomando el pasaje bíblico, pero aterrizando en una realidad en la que urgían políticas públicas y soluciones.
Sierra quiso sintetizar nuestra historia en esos dos grandes apremios.
El domingo, José Antonio Meade volvió al tema, para recordar a Colosio, pero en el entendido de que existe una agenda pendiente en la que el partido que lo postuló todavía tiene mucho que hacer.
Si algo hay persistente en nuestra historia son la enorme deuda social y el difícil acceso a la justicia. La primera se expresa en las grandes diferencias económicas y la segunda en niveles de impunidad que alcanzan, en algunos casos, el 98 por ciento.
Por eso, el hambre y la sed de justicia hay que verla en un sentido muy amplio, donde múltiples actores juegan en contra de una normalización de los procedimientos y de la sujeción de todos a las leyes.
En nuestro país lo inaudito, por desgracia, es que la ley se cumpla y por ello cada intento de aplicarla se enfrenta a grandes obstáculos, a nubarrones y a pleitos.
Supongo que Meade nunca imaginó que le tocaría a él pronunciar el discurso celebratorio de un partido ideado por Plutarco Elías Calles, que le dio estabilidad al país, lo transformó y a la vez se convirtió en uno de sus diques, en uno de sus monstruos.
Pero el PRI es luz y sombra. A pesar de su calidad de partido dominante, los priistas supieron leer las necesidades de transformación democrática y actuaron en consecuencia, abriendo espacio a la pluralidad.
Perdieron el poder y lo recobraron, pero ahora enfrentan un escenario electoral difícil y complejo.
Es más, la propia candidatura de Meade, quien no es militante, responde a la necesidad de acoplarse a nuevos tiempos y de abrirse a la sociedad.
Un dilema, en el que se necesita del viejo partido, pero apelando a lo distinto, convenciendo de que existe la posibilidad del cambio y de que merecen la oportunidad de seguir gobernando.
Meade tiene enfrente a dos contrincantes poderosos. Uno heredero del nacionalismo populista y el otro líder de la derecha y de la izquierda moderada, en una alianza que tiene como combustible la aspiración de sacar al priismo de Los Pinos, como hace 20 años.
A 89 años de su fundación, el PRI y su candidato enfrentan un reto superior al del año 2000, porque lo que está en juego es su propia supervivencia.
Una derrota quizá no sea reversible y eso lo sabe Meade, de ahí de tener claro, para empezar, todo lo que sigue pendiente.